1. Reencuentro (con versión en película)


    Fecha: 22/12/2017, Categorías: Confesiones Autor: GabrielledelD, Fuente: CuentoRelatos

    ... interior de los muslos encharcados y sus pezones increíblemente grandes.
    
    ―no Ana, no pienso engañar a Roser, y menos contigo.
    
    La cara de decepción de Ana no pasa desapercibida a Jim. A pesar del morbo que siente lo ha logrado. La ha humillado. Se pone el bañador y se vuelve sin esperarla.
    
    Ana y Jim, muy serios y silenciosos, están sentados en el exterior de la cabaña. Ya es noche cerrada. Llega Roser.
    
    – hola Ross.
    
    ―¿Qué habéis hecho en mi ausencia?
    
    ―hemos hablado de los viejos tiempos, ¿No Jim?
    
    ―pues debía de haber mucho de qué hablar porque han pasado muchas horas.
    
    ―y aun han quedado cosas por decir.
    
    ―siempre quedan cosas por decir.
    
    ―bueno, pues ya me las contareis algún día. ¿O son secretos inconfesables?
    
    ―Ross, todos los secretos lo son.
    
    ―oíd, os propongo una cosa: Hace una noche estupenda, y luna llena. ¿Por qué no nos vamos al mar?
    
    ―me parece una buena idea, pero desnudos no?
    
    ―por mí de acuerdo.
    
    ―ok, vamos.
    
    Roser entra en la cabaña a dejar la ropa. Sale desnuda y los otros también desnudos la están esperando. Los tres se dirigen a la playa cercana. Mientras Jim enciende una hoguera, las dos chicas se meten en el mar. Jugando, jugando, entre aguadillas y roces se calientan como perras en celo. A pesar de la luna oscuridad las protege, aunque ambas empiezan a pasar de Jim. Los besos apasionados, los dedos en sus rendijas, los mordiscos en los pechos se suceden. Ana, más cerebral dice basta. Sofocadas salen y se tumban en la ...
    ... arena junto al fuego. Jim esta ya sentado.
    
    ―qué buena idea has tenido Ana, qué noche tan fantástica y el agua tibia, mmmm.... ¿No os parece que este ambiente invita a la sinceridad?
    
    ―¿A qué te refieres?
    
    ―a que podemos jugar al juego de la verdad.
    
    ―y en qué consiste?
    
    ―a responder a las preguntas que nos hagamos los tres sobre nosotros, y decirlo sin tapujos ni autocensura.
    
    ―no sé adónde llevará esto, pero vale.
    
    ―Por mí de acuerdo. Empieza Ross, ya que has tenido la idea.
    
    ―ok... Ana ¿Has sido infiel a Francesca?
    
    ―sí, lo sabes muy bien.
    
    ―ah, sí ¿Y por qué lo sabes Ross?
    
    ―Jim, porque Ana y yo lo hicimos ayer en las rocas. ¿Querías saber si jugaba limpio no?
    
    sí.
    
    Roser experimenta un gran alivio al soltar lastre. No sabe muy bien porqué se ha lanzado a ese brutal arranque de sinceridad, pero sin duda se alegra de haberlo hecho. Ve a Jim tan sorprendido que no puede esbozar una sonrisa.
    
    ―¿y lo dices así, sin más?
    
    ―sí Jim. Hay que decir la verdad y eso fue lo que ocurrió.
    
    ya veo. ¿Y esas marcas?
    
    Jim no había visto hasta ese momento que su mujer tenía el vientre cruzado por cardenales. Una clara señal de que no se fijaba mucho en ella, pensó Roser. Y no le faltaba razón, aunque en defensa de Jim hay que decir que dormir con pijama y ausencia de sexo no invitan precisamente a la contemplación de su figura. Ana atajó la pregunta.
    
    ―luego te lo explico. Ahora te pregunto yo. Roser, ¿dime por qué crees que no puedes darle a Jim lo que yo ...
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