Negación - Capítulo 10
Fecha: 07/01/2018,
Categorías:
Hetero
Autor: Gonza-Neg, Fuente: CuentoRelatos
... hace más real, me di cuenta cuando llegué aquí y sentí el dolor en el pecho. En la Ciudad, puedo olvidar el dolor, he generado distracciones que me mantienen alejado de la culpa, por no haber hecho más, o haber tomado decisiones muy tarde. Si yo hubiese sido más decidido, tal vez mi madre aun seguiría con vida.
Estuve frente a su tumba durante la mañana. Le llevé un ramo de flores. Camelias, sus favoritas. Estuve largas horas conversando con el mármol frio. Aclarando hechos, revelando eventos del pasado. Sincerando los secretos que nunca le dije a nadie. Lo que nunca le dije a ella. Reviviendo los tiempos ahora idos, perdidos en el río eterno del tiempo. Me recosté a su lado, mirando el cielo, observando las nubes pasar, mientras le hablaba. Traté de recordar su voz y me llegó como un susurro traído por el viento. Pero cuando cerré los ojos y traté de invocar su rostro, ninguna imagen llegó a mi mente. Con desesperación busqué el relicario que colgaba en mi cuello, lo abrí con manos temblorosas, buscando su pequeño retrato, lo miré y todas sus muchas caras retornaron a mí, su risa y los hermosos hoyuelos de las mejillas, la forma en la que se fruncían sus cejas cuando me reprendía, y la forma en que sus ojos caramelo se aclaraban hasta tomar un color miel pálido cuando la invadía el dolor y la pena. Estás últimas imágenes, las de su congoja, fueron las que más se repitieron. Me entristecía pensar que en su vida, hubo más llantos que risas, que siempre hubo más dolor que ...
... alegría.
El campanario de la Iglesia llamaba a los feligreses. Con el movimiento de las campanas, cientos de palomas emprendieron vuelo desorientadas, retornando a sus nidos. Me puse de pie, mientras el último eco del repique de las campanas aún permanecía en el ambiente, y volví a casa.
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Retornaría a la Ciudad dentro de unas horas. El tiempo de aislamiento y la naturaleza me habían ayudado a sanar no solo física, sino que emocionalmente. Me sentía fuerte a pesar del pie entablillado y la muleta que me veía obligado a utilizar para trasladarme de un lugar a otro.
Había ido al cementerio a diario para ver a mamá. A veces sólo para estar en su compañía, y acunarme en su seno. Otras para hablar. Ya no existían secretos entre ambos, al menos de mi parte. Regresaba a casa caminando, a la velocidad de un caracol, lo positivo es que me volví un experto en ser y parecer lisiado. Me sorprendió la amabilidad de la gente cuando me ayudaba a cruzar la calle, o llevar los carros de compras. Lo más probables es que en la Ciudad me hubiesen robado el soporte, antes de prestarme algún servicio comunitario.
No esperaba ver caras conocidas, hasta que un día, haciendo la fila del supermercado alguien tocó mi hombro. Me volteé lentamente, no por darle un efecto dramático a la situación, así me movía ahora, pausado, pidiéndole permiso y colaboración a todos mis músculos para efectuar una acción. Me quedé mirando al hombre que había llamado mi atención.
- ¿Faby? – reconocí su ...