Y la monjita gritaba ¡Dame duro en mi culo...! ¡No lo saques papitooooo!
Fecha: 06/07/2017,
Categorías:
Bisexuales
Autor: Erofactory, Fuente: CuentoRelatos
La conocí en el cole de mi hijo. Era la profesora de religión. La muy puta había sido monja durante siete años, pero al parecer por como folla, podría decirse que en claustro no hizo más que aguantarse las ganas de follar que ahora la enloquecen. De pronto alguna otra monja le daba lengua o dedo o la follaba como quería, porque me ha contado que en el encierro religioso solamente podía acudir a la masturbación, bajo las sábanas, cuidando de que ninguna otra monja la estuviera vigilando y que muchas de las que allí estaban también se salieron de la vida monástica debido a la gran cantidad de lesbianas que habitan esos lugares. Para aquellas que no querían ser hipócritas, ese lugar definitivamente no era el indicado.
También me contó que la gran mayoría de las mujeres que se quedan allí, lo hacen porque tienen a la mano otras monjitas que les den lengua y dedo en sus orificios, pero la protagonista de mi historia al parecer no era muy lesbiana que digamos porque no se aguantó las ganas de verga dura y caliente en esa vagina apretada y jugosa que tiene. Finalmente, también renunció al claustro y se salió de allí, para embarcarse en el proyecto de ahí en adelante de ser maestra de religión en un colegio, donde, casualmente asistía mi hijo.
La primera vez que la vi, le ofrecí mi amistad, la cual aceptó gustosamente, aunque ella ya estaba pasando por un duelo amoroso ya que el cura del barrio, de quien era la puta de turno en ese tiempo, la había dejado con falsas promesas de ...
... amor, y bajo el pretexto de que era no permitido por las normas religiosas del celibato. Y es que es de suponer, que le era muy difícil al curita hacer misas recordando cada vez que levantaba el cáliz, como se le abría el ano a la monjita ésta, a quien le encanta el sexo anal, e igualmente le era difícil seguir con su celibato, imaginando cómo cada día la monja le mamaba la verga hasta la eyaculación.
El caso es que de cierta manera fui su paño de lágrimas. hicimos buena amistad, y sobre todo me gustaba que ella había generado una hermosa amistad con mi hijo, con quienes jugaban como dos críos. Desde mi separación, ninguna amiga mía tenía tal capacidad de ganarse la confianza y el cariño de mi hijo. Cierto día, la monjita trajo a casa de mi madre, donde yo vivía, una película especial. Era la historia de amor imposible entre dos santos de los cuales ya ni recuerdo el nombre, era un santo de los monjes franciscanos, creo y ella una monja de una orden muy estricta, pero estaban enamorados hasta el tuétano. Un amor imposible, mejor dicho.
Mientras veíamos la película... todos en una cama grande, tapados con una sábana, la susodicha se dejó tomar la mano, entrelazó sus dedos con los míos, y entonces instantáneamente comprendí que deseaba afecto y que yo no le era indiferente.
No hizo falta una semana para que volviéramos a ver una película, ésta vez en casa de un amigo, y debido a que era muy tarde y la rezandera mamá de la ex monja cerraba con llave y seguro a las 9:00 ...