1. El precio de la infidelidad


    Fecha: 13/01/2018, Categorías: Gays Autor: Safo_Nita, Fuente: CuentoRelatos

    ... tenía más remedio que contestar, o estaría sonando cada cinco minutos. ¿Qué idea tenía ella del concepto de divorcio? ¡Cuándo encontraría a un idiota (como yo) que la aguantara! Habían pasado casi dos años desde nuestra dramática ruptura, tiempo suficiente para que rehiciese su vida y buscase un compañero. Todavía era joven, y tenía un bonito cuerpo. Pero el carácter la perdía.
    
    –Necesito hablar contigo. Tengo un problema –me dijo.
    
    –¡Qué novedad! –me encogí de hombros.
    
    –Estoy asustada. ¡No me ha venido!
    
    –¿Fran? ¿Se ha escapado? –Sentí más orgullo que preocupación. Mi hijo tenía el carácter indomable de su madre, pero el instinto de supervivencia del padre (que supuestamente era yo).
    
    –No, estúpido. ¡La regla! ¡No me ha venido la regla!
    
    –Algún día tenía que sucederte, ¿no? A tu edad –dije burlón.
    
    –¡Serás imbécil! Pero sí solo tengo treinta y seis.
    
    –Casi treinta y siete, cariño. ¿Te estás acostando con alguien? No es que me importe, pero quizá sea la explicación.
    
    –Bueno –noté como se ponía a la defensiva–. Con un compañero de la redacción. Pero sólo lo hicimos una noche. Hace como que… no sé.
    
    –Pues felicidades. Y dale la enhorabuena al campeón.
    
    –¡Que no! Que no es posible.
    
    –Sí, me olvidaba. Tú siempre haces sexo seguro. Pero se le pudo escurrir el capuchón sin que te dieras cuenta. ¡Con lo insensible que eres! No me extrañaría nada.
    
    –¡Serás imbécil! –Gritó a través de las ondas–. Sí que me daría cuenta. Además no hubo penetración. Con la ...
    ... felación… ya sabes.
    
    –¿Le hiciste una mamada? –pregunté indignado–. A mí nunca me la hacías. Te daba asco, recuerdas.
    
    –Lo nuestro era distinto. Y no me daba asco, es que eras mi marido. Y sí que lo hice alguna vez. Pero eso no viene al caso.
    
    –Mira, te tengo que dejar. Quizás sólo sea un leve retraso. Date una semana de plazo. Luego me llamas –y colgué. ¡Qué se joda! Pensé. Se lo tiene bien merecido.
    
    Bastantes problemas tenía que afrontar, como para preocuparme por los de una mujer que había asegurado que casarse conmigo había sido el mayor error de su vida. Todavía recordaba con plena nitidez la última vez que discutimos, en la que me llamó falso, taimado e inmaduro. Era cierto. La había engañado, pero fue con un buen propósito: para que no sufriera. No asumía mis responsabilidades, y me lo tomaba todo con un humor cínico y, a veces, cruel. Pero ese no era el problema esencial entre nosotros. Lo que ocurría era cada uno concedía la máxima importancia a cosas que el otro consideraba ridículas. Y sin embargo, la había querido, e incluso la había amado.
    
    Me acosté después de tomar una cena copiosa: revuelto de arroz con gambas y calamares. Comer siempre me ha ayudado a pensar. Pero en esa ocasión no funcionó como esperaba. Seguí sin aclarar mis ideas y acabé pasando una mala noche. Me desperté varias veces, y tuve pesadillas. En una de ellas aparecía Estrella, desnuda (aunque su cuerpo se parecía demasiado al de mi ex mujer). Cuando me iba a besar me apuñalaba en el ...
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