El precio de la infidelidad
Fecha: 13/01/2018,
Categorías:
Gays
Autor: Safo_Nita, Fuente: CuentoRelatos
... ¿comparte mi conclusión?
–No sólo la comparto, sino que la respaldo. Es la explicación más sencilla, y la que menos hubiera deseado. Pero es la verdad. Y por favor, no sigas tratándome de usted… Me hace parecer más vieja.
–Esto es para usted… para ti, Estrella –quité la memoria USB del portátil–. Están todas las fotos y los tres videos. Sólo he quitado lo que pudiera dar pistas sobre el autor, es decir, sobre mí.
–Lo comprendo –se giró hacia mí–. Has calculado lo que te debo.
–Sí, claro –saqué la factura del bolsillo interior de la chaqueta–. Hay que restar los 200 del anticipo. No es necesario que me pagues ahora.
–No es problema. Así quedaremos en paz –dijo poniéndose en pie. Me rogó que la acompañara.
La seguí por el corredor alfombrado. Me fijé en cómo caminaba, y me dio la impresión de que sus pasos eran más seguros y enérgicos que la primera vez que la vi. Al menos, me consolé, no estaba deprimida o consumida por la furia. No había tristeza, ni rencor, en su rostro. Lo que pudiera estar pasando por su cabeza, era un auténtico misterio. Casi me daba pena por el pobre Leonardo.
Me hizo un gesto con la mano para que subiera por las escaleras, que trazaban una curva suave antes de alcanzar el piso superior. Seguimos por el pasillo hasta el fondo. A la derecha, entramos en un dormitorio amplio, donde imperaban los tonos rosas y el color salmón. Estrella se detuvo junto a la cabecera de la cama. Abrió el primer cajón de la mesita y sacó una cartera de ...
... piel. La abrió y fue sacando los billetes. Luego me los ofreció sin dar un paso. Tuve que acercarme hasta ella, y quitárselos de entre sus pequeñas manos. Decidí no contarlos, para escapar de allí cuanto antes. La situación empezaba a ponerse algo tensa.
–Y ahora, bájame la cremallera –Estrella me dio la espalda, y apartó el cabello rubio de la nuca.
–¿Para qué? –pregunté como un bobo. En ocasiones mi ingenuidad llegaba a ser hiriente para los demás y vergonzosa para mí.
–¿Para qué va a ser? –Giró la cabeza–. Es tu gratificación. Tómala o déjala, pero no me hagas perder el tiempo.
–¿Tanto se me nota? –dije a la defensiva.
–No más que a la mayoría –su seriedad me confundía–. No lo hago sólo por ti; lo hago también por mí. Necesito desahogarme.
–Y también vengarte de tu marido, supongo.
–De nuevo, supones bien, detective. ¿Lo vas a hacer o no?
Sí, lo hice. Bajé la cremallera del vestido blanco, que no cayó a sus pies. Se atascó a la altura de las caderas. ¿Cómo se lo habría puesto?, pensé. Metí los dedos entre la tela y la piel, y fue tirando con fuerza hasta bordear la curvatura de sus nalgas. La fina braguita de tiras negras y triángulo violeta salió al mismo tiempo. Todo quedó arremolinado junto a sus tobillos. La impresión de verla desnuda fue tan impactante que no me atreví a tocarla. Me quedé admirando ese soberbio trasero, redondo y macizo. Entontes ella se dio la vuelta y me besó en los labios. Agarré sus caderas; abrí sus nalgas y la apreté contra ...