1. El precio de la infidelidad


    Fecha: 13/01/2018, Categorías: Gays Autor: Safo_Nita, Fuente: CuentoRelatos

    ... parte –dije. Pero no me hizo caso y volvió a mirar el vídeo.
    
    Tras casi veinte minutos de ejercicio físico, Leo llegó al orgasmo. Estaba de rodillas, cogiéndola por detrás con más ternura que violencia. De pronto se detuvo; suspiró y se quedó todo rígido. Paula se giró inmediatamente para meterse en la boca el falo y todo lo que aún pudiera expulsar. Luego se derrumbaron juntos sobre el lecho y se quedaron abrazados, besándose entre susurros y comentarios jocosos. No podíamos saber si ella había alcanzado el clímax, pero en todo caso parecía satisfecha y relajada.
    
    –Esto es todo lo que tiene –Estrella sonreía–. Le he visto hacer cosas más escandalosas. Sólo es sexo, y bastante rudo y zafio. ¡Qué falta de sensibilidad! ¿Dónde está ese amor del que me habla?
    
    –Paciencia, pronto lo verá –dije con absoluta tranquilidad–. Los he seguido de cerca, y he visto cómo la miraba y cómo le susurraba cerca del oído las mismas tonterías que dicen los adolescentes. Si no está enamorado, entonces es que ha perdido la “chaveta”.
    
    Adelante el vídeo unos seis minutos. Paula volvía de darse una ducha superficial y se estaba colocando su ropa interior. Leo seguía desnudo; se había sentado en la cama. Estaba elogiando su belleza juvenil cuando la agarró por un brazo y la atrajo a su lado. Elevé al máximo el sonido para que pudiese captarse bien lo que hablaban. Las palabras que se decían no ofrecían lugar a dudas; aunque con sólo ver cómo se miraban, sobraban las ...
    ... explicaciones.
    
    –Cásate conmigo –decía Leo, con énfasis y dulzura.
    
    –Estás loco –replicaba Paula entre risas y besos.
    
    –Sí, pero por ti. Mi bien. Nunca había sentido nada semejante. Dime que sí y mañana mismo me divorcio de… de esa yegua vieja.
    
    –No la llames así. Es tu esposa.
    
    –La llamó como me da la gana. No te alcanza ni a la altura del talón.
    
    –¡Desagradecido! Se lo debes todo –seguía besándolo–. La necesitas.
    
    –Mi mujer deberías ser tú. ¡Casémonos! ¡Mañana mismo!, si quieres.
    
    –Osado. No ves que lo perderías todo. ¿Y tu reputación? Tu trabajo…
    
    –Me da igual. Sólo te quiero a ti –Leo la estrechaba en un fuerte abrazo–. Viviríamos juntos. Haríamos el amor a diario. Di que sí, amor.
    
    –No puede ser. Yo te quiero tal y como eres. Se acabaría la magia de los encuentros furtivos. Además…
    
    –¿Qué? –Leo tiró del sostén, sacó un pecho y tomó el pezón entre sus labios. Lo succionó con fruición.
    
    –No quiero convertirme en una esposa corriente. No aún. Mejor dicho: nunca. No soporto las ataduras.
    
    La conversación seguía en el mismo tono durante varios minutos. El tono empleado por Leo, sus ruegos y promesas, y sus gestos de cariño, eran de lo más revelador. Dejé que Estrella fuera asimilando lo que escuchaba sin hacer ningún comentario. Si no era capaz de verlo por sí misma, no habría manera de convencerla. Pero ese, ya no era asunto mío. Lo que hiciera a partir de entonces le correspondía decidirlo a ella.
    
    –Excelente trabajo –dijo Estrella, deteniendo el vídeo.
    
    –Entonces, ...
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