1. Padre e hija: noche de sexo oral y condones.


    Fecha: 22/01/2018, Categorías: Incesto Autor: LadyClarisa, Fuente: SexoSinTabues

    ... de posición —le dije al fin. Ella, insegura, se acostó sobre la cama. Entonces procedí a poner las rodillas a los costados de su cara y ofrecerle mis testículos. Verónica, riendo, sacó la lengua y paseó toda aquella mojada superficie sobre mis huevos. Era como el paraíso corrompido por un sentimiento disforme. Dirigí la punta de mi pene a su garganta. Ella tragó, separando su boca. Moví las caderas de adentro hacia afuera para que, centímetro a centímetro, la carne fálica entrara en aquella suave boca de terciopelo. —Anda. Guía una mano hasta tu vagina. Frota. Disfruta. Aprende. Rio al escucharme hablar con esa pasión. Enredó sus largos dedos sobre mi pene, y con la otra, cruzando entre mis piernas, las llevó a su sexo. Se le perló la frente de sudor, y su clítoris traicionero logró dominarla. Su boca se movió con más velocidad, llenando mi verga de besos y mordidas que prometían un futuro lleno de deleite. La miré con algo muy similar al amor que siente un hombre por su novia. Le acaricié las mejillas y dejé que mi pelo, largo hasta los hombros, se me pegara a la cara al mojarse por el sudor que despedía mi propia frente. Había demasiado calor en ese cuarto. Un hombre de mi edad, treinta años, enfrentándose a una niña de once. Alguien debería escribir sobre esto. Sobre la perfidia que se estaba cometiendo allí. Después de mamar un rato, Verónica dijo que estaba cansada de esa posición. Así pues, le enseñé que ella también podría sentir ese placer. La tomé de las piernas y ...
    ... la levanté con mis brazos forzados. Ella rio a carcajadas en cuanto coloqué sus piernas en mis hombros y su cabeza casi tocó el techo. Se agarró a mi cabello largo. Su vagina quedó justo a la altura de mi boca, y probé de ella. Apenas había lubricación. El despertar de un sexo siendo invadido por primera vez. Mantuve el equilibrio pegando a mi hija contra la pared. Ella estaba hasta arriba, con las manos sobre mi cráneo y sus piernas cayendo sobre mis hombros. Su voz era una amalgama de gemidos y risas. De suspiros y de palabras entrecortadas. Lamí el estrecho agujero sin penetrar. Bebí de sus jugos infantiles y mordí los labios que permanecían cerrados como una flor. Luego de eso, la llevé de vuelta a la cama. La dejé caer. Riendo todavía, Verónica dejó que me montara sobre ella. No era la imagen más cómoda del mundo, así que giramos. Ella ahora sobre mí. Su vagina mojada por mi boca se posó sobre mi verga. Esta se movió. Reímos y, tomándola de la cintura, comencé a besar a mi pequeña. La chica se sorprendió ante la interrupción de mis labios. Fueron besos inexpertos durante los cuales, disfrutando de su saliva, acaricie su espalda y sus nalgas. Separé las carnes que escondían su ano y permití un dedo dentro de ella. Se quejó. Le había dolido. La besé un poco más y una vez tuve una dos falanges dentro, empecé a mover dentro de su recto. Verónica aguantó bien esas primeras sensaciones provocativas. Jadeó y ella sola empezó a mover su cintura, víctima de alguna clase de emoción ...
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