Sombras de un diario
Fecha: 27/01/2018,
Categorías:
Hetero
Autor: Esteban Jonás, Fuente: CuentoRelatos
... las tinieblas de afuera.
Recorrí parte del barrio Virgen del Valle y me topé con un Iglesia grande abandonada que fue de los denominados mormones. La cerca estaba tumbada en una de sus esquinas, así que entré con facilidad. Tenía que entrar en esa iglesia que se componía de dos naves adyacentes. Esperaba encontrar agua en algunos de sus tanques, algo de papel y cualquier otra cosa que me fuese útil. Pero me preocupaba mucho toparme con alguno de ellos, quizás hubiesen tomado el sitio como guarida; igual tenía que tomar el riesgo. Pelusa estaba calmado… buen indicador.
Llegué a las entradas principales de las dos edificaciones, uno de los lados parecía ser donde se reunían en su especie de misa o algo así. La puerta estaba cerrada, pero había una abertura en una de sus amplias ventanas, decidí entrar por allí, saqué mi escopeta y empecé a recorrer el lugar con mucha cautela. Eran dos grandes salones, estaban llenos de polvo y telarañas, casi no tenía nada, había sido saqueado. En uno de sus salones yacía un gran banco de madera, era el único y, en el púlpito había restos de cables. La madera del banco me permitiría cocinar y hervir agua, el cojín de ese gran asiento había sido desgarrado en su totalidad. Pero tenía un inconveniente, yo sólo no podría cargar con ese banco por allí, tendría que arrastrarlo y haría mucha bulla por las calles. Si me quedaba a picar una parte con el machete haría mucho ruido también y agotaría las escazas fuerzas que tengo, sumado a que ...
... me deshidrataría. Por ahora desistí, solo tomé un puñado del poco cable que quedaba en el púlpito.
Salí de ese edificio y me dirigí hacia la otra nave, me acerqué a la puerta y estaba violentada. La abrí, el lugar también estaba lleno de polvo y tenía un gran pasillo que conectaba a un conjunto de lo aparentaban ser salones de clase. Pelusa estaba tranquilo, pero aun así no me confiaba. Ese lado de la iglesia estaba totalmente saqueado, solo paredes y piso, más nada. Edificaciones como estas tienen los tanques de agua en algún lugar no visible, o estaba de manera subterránea o estaba en la parte superior, entre el techo raso y el exterior.
— ¡Bingo!—dije. Allí estaba el tanque, en la parte superior. Subí por una escalerilla, quité la tapa y alumbré con mi yesquero. Nada, seco cómo los médanos de Coro. Qué decepción.
Finalmente salí de esa iglesia. Me fui con un puñado de cable y con el conocimiento de que allí había madera. Tomé la avenida Libertador, ya me empezaba a cansar y a deshidratar. Hice una pausa, tomé la botella grande de cola y bebí dos sorbos de agua, puse agua en la tapita de Pelusa y éste tomó a placer.
—Con calma torito, con calma, que no tenemos mucha—le dije a mi compañerito, acariciando su peludita cabecita, él estaba dentro de su pequeña bolsa de media, pero con su cabeza descubierta.
“CHILLIDOS DE PELUSA”… Fueron muy fuertes, saqué mi pequeña escopeta y le monté el martillo, lista para disparar. A mi lado estaba una vieja y larga cerca de ...