1. Cena


    Fecha: 01/02/2018, Categorías: Incesto Autor: sugarblood, Fuente: CuentoRelatos

    ... haciéndome saber que lo disfrutabas tanto como yo.
    
    Cuando sentí que me iba a correr, sin vacilar te lo hice saber apretando con fuerza mis labios a tu verga. Sabias lo que significaba y me ordenaste que no podía hacerlo. Debía obedecer de nuevo, era tu voluntad contra mi cuerpo y eso me estaba metiendo en un predicamento realmente increíble.
    
    Sacaste tu verga de mi boca, me pusiste boca arriba haciendo que mis manos quedaran aprisionadas bajo mi cuerpo. Me incomodaba mucho, pero a ti eso no te importaba. Abriste mis piernas de nuevo, acomodaste mis caderas un poco arriba y empezaste a embestirme muy fuerte, pero no por mi vagina sino por mi culito. Embestida tras embestida gemías y casi lanzabas gruñidos diciendo mi nombre y palabras muy sucias que sabía solo me decías a mi cuando estabas a punto de tener un orgasmo colosal.
    
    Yo aun sin gemir rogaba porque me dejaras correr, sentía como ese fluido quería escapar de las paredes de mi vagina, como se colaba esa sensación con el dolor de ser penetrada analmente.
    
    -Vamos puta mía, gime para mí, córrete y ensúciame como la puta sucia que eres.
    
    Esas palabras me aliviaron, y mientras me corría, grité y sentí el mejor orgasmo hasta ahora. Mi cuerpo se tensó todo, mis brazos estaban ya con una sensación cosquilleante mis piernas estabas cansadas y mi culito ardía, pero aun así me sentía muy satisfecha.
    
    Pronto noté ...
    ... que tú no te habías corrido, es decir, aun tenías algo más preparado. Tomaste el dildo y lo metiste todo en mi vagina, oprimiste un botón que no había notado y empezó a vibrar, mis gritos llenaron por completo el lugar. Estaba agotada, todo me dolía, pero tenía que seguir hasta que tu quisieras. Tu verga seguía entrando y saliendo de mi culito, mientras esa sensación de la vibración llenaba mi vagina.
    
    De pronto sentí esa sensación, no era posible, pero sentía que venía otro orgasmo. Tus gemidos y la sensación que me llenaba me hacían delirar, y en medio de todo eso grite tan fuerte que creo todos los vecinos me escucharon. No hacía más que decir tu nombre y gemir y gritar y con mi cuerpo sudoroso darte el placer que tanto querías.
    
    Entonces, te corriste dentro de mi culito a la vez que yo me corría ensuciando todo el sofá, vi tu rostro cuando lo hacías y, aunque con tus gritos diciendo mí nombre eran muy fuertes, alcance a notar algo de amor en tu mirada. En un movimiento sacaste el dildo y tu verga al mismo tiempo y caíste casi desmayado sobre mí.
    
    Nuestros cuerpos no daban más, y todo, almenas a mí, me dolía. Pero era gratificante tenerte sobre mí, indefenso después de ser una bestia salvaje. Me desate como pude y te abrace con mucha ternura hasta que ambos quedamos dormidos, no sin antes susurrarnos el uno al otro el “te amo” más dulce e inocente de nuestras vidas. 
«123»