El mejor amigo de mi marido
Fecha: 02/02/2018,
Categorías:
Infidelidad
Autor: roberxl, Fuente: RelatosEróticos
... entre mi marido y yo. Para seguido, agarrarme del pelo y hacerme tragar literalmente su polla. Enseguida me di cuenta de qué lo que quería Rober era que no protestara, pues al instante noté como introducía su pulgar en mi culo sin mucha cortesía.
No me habría quejado, en realidad era yo la que estaba siendo saciada más de lo que una mujer podría anhelar. Martirizándome el trasero con su pulgar, había comenzado a frotar frenéticamente el clítoris con su dedo índice. Era un artista, un maestro manejando su sexo y atendiendo el mío. Lo demostró enseguida logrado sincronizar los movimientos de su pulgar en mi culo, y de su polla en mi boca. Aquel hombre tenía un talento especial para follar. Además un portento de resistencia, un semidiós en erección que me iba a redimir de todos mis años de fiel esposa.
Instantes después, note como me sacaba su pulgar, y rebañaba todos los flujos de mi sexo untándolos a continuación un poco más atrás. Un territorio nunca antes explorado pero que yo le brindaba, combinándolo a tomarlo como suyo. Y así fue, Rober me volvió a violentar el mismo orificio con al menos dos de sus virtuosos dedos. Serán el índice y el corazón, imaginé plenamente confiada en mi amante. Pues sí, Rober iba a ser el primero. El primer hombre al que permitía introducirme su hermoso miembro por el culo.
En aquel afanado prólogo, incluso le oí escupir en su mano un par de veces restregándome su saliva después, hasta que sacándome por fin la polla de la boca intuí que ...
... se disponía desvirgarme. Rober sabía que yo ya estaba preparada. Haciéndome recostar sobre la cama se tumbó detrás de mí, besándome en mi hombro derecho con dulzura, y apoyando con cariño su pecho contra mi espalda me lubricó por última vez con su espesa saliva.
-Así es mejor. Dijo, haciéndome entender que había sodomizado a otras antes que a mí.
Aquellas tres palabras me hicieron sentir tan segura y relajada envuelta entre sus brazos, tan exultante que ni siquiera me inquietó notar que apoyaba su pene contra mí. Estaba preparada. Anhelaba tenerle dentro.
Poco a poco, pero sin un esforzó exagerado fue aumentando su empuje, sometiéndome a un martirio sublime hasta que con la presión justa le sentí entrar en mí. No fue un suplicio doloroso como yo había pensado siempre, sino una sensación rara e inaudita por lo inverosímil del acto. Rober se quedó inmóvil, sin dejar de susurrarme halagos al oído que yo no llegaba a distinguir. Mientras me acostumbraba a él, sus manos navegaban con calma surcando mi piel en plena marejada, haciéndome sentir segura y protegida a la vez que dominada por él, entregada, sucia, y dichosa. Una vez sodomizada aquel malestar se fue mitigando, dando paso a un placer sucio y vicioso.
-Nunca te han dado por detrás, ¿verdad?
-No, no lo he hecho nunca,… despacio Rober, por favor.
-Claro Dora, cómo tú quieras. Aún es pronto, tenemos toda la noche para ti.
De pronto perdí los papeles y empecé a hablarle a mi marido.
-Martín cariño, a ti ...