El mejor amigo de mi marido
Fecha: 02/02/2018,
Categorías:
Infidelidad
Autor: roberxl, Fuente: RelatosEróticos
... también te gusta esto, verdad. Pero no te atreves a abrir los ojos y poner orden en nuestra cama. Tu amigo me está follando delante de ti y tú, mi vida ahí callado, sin molestar… Gracias, amor, gracias. Esto es demasiado.
-¡¡Oh, Rober!! ¡¡No te pares ahora!!
-¡Dora! ¿Qué haces? ¡Cállate! ¡Por Dios! -gritaba Rober fuera de sí, espantado por las cosas que le decía a mi marido mientras él me sometía, intratable y soberbio. Bombeando ahora sí su sexo con contundencia, ya que una vez acostumbrada a tenerle dentro mi culo no oponía resistencia alguna a sus arremetidas.
-¡¡Oh, amor!! - ¡Mira!, ¡cómo! ¡me folla¡¡ Ah!!... ¡¡ah!!... !. ¡Mira! Exclamé como pude, jadeando al ritmo enérgico con que Rober me sacudía. ¡¡Ah!!... ¡¡ah!!... ¿Qué vamos a hacer? ¡¡Ah!!... ¡¡ah!!... Dime, ¡¡Ah!!... ¡¡ah!!...¿qué haremos ahora? ¡¡AH!! ¡¡AH!! ¡¡AAAAAAAAAAAAAAAAAH!!
Rober y yo nos corrimos enganchados como dos perros en un descampado. Él eyaculó vaciándose en mí, llenándome con su esencia viril cada rincón de mí ser, al tiempo que yo sentía por primera vez un orgasmo siendo sodomizada. Fue como si una pluma con forma de aguijón me rasgara a lo largo de toda mi espina dorsal. Mi musculatura se contrajo aferrando a Rober dentro de mí. Experimentando un estado de shock, conmoción, y un placer perenne que todavía perdura en mi memoria.
Nos quedamos tumbados unos instantes envueltos en el olor a depravación que emana de una mujer sodomizada, apurando las delicias que nos acabábamos de ...
... regalar. Aturdidos, esperamos a que su erección fuese cediendo por sí sola, pues una vez relajada sentía tal quemazón que me espeluznaba que Rober moviera su polla siquiera para sacármela. He de confesar que aquel indigno escozor en mi culo no era en absoluto humillante para mí, sino que hacía más vivo el deleite de tener el peso de ese hombre sobre mí, haciéndome sentir tan sometida y dominada como orgullosa y satisfecha.
Tendida boca abajo como estaba, Rober debió intuir mi tensión dando comienzo a un masaje sedante que me recorrió entera desde los dedos de los pies a la nuca. Bailó con sus manos empapadas en mí sudor en un sinfín de compases que adormecieron toda mi piel. Estremeciendo mis músculos con la fuerza necesaria, deshaciendo toda resistencia con un arte sólo al alcance del amante devoto que ha practicado años con dedicación, yendo y viniendo por cada nervio hasta hallarme el alma. Subyugándome los sentidos, adormeciéndome rememorando el cálido viento de verano, aquella suave brisa que vencía los altos chopos del patio de mi abuela a la hora de la siesta.
Una vez pasado el efecto narcótico de aquel último orgasmo que me permitía apurar los desastres de aquella tarde que me estaban rompiendo la vida. El tonar del campanario del Cristo del Perdón me espabiló. Sólo entonces, en un descuido reflexioné sobre lo que habíamos hecho. Me sentí asustada y una tramposa, con la sensación de haber llegado a un punto donde podía hacerme mucho daño. A la sazón miré a Martín ...