Fresita, la Lagarta, la Bicha y yo
Fecha: 07/02/2018,
Categorías:
Hetero
Autor: Quique., Fuente: CuentoRelatos
... Sara?
-¿Cómo?
-Así.
Pablo, al que apodaba M. M, (Medio Metro) la abrazó. Su cabeza le llegaba a la altura de las tetas de La Monja, y entre ellas la tenía apoyada. Su polla empalmada la apretaba contra una de sus piernas, y sus manos las tenía en el culo de La Monja. El cuadro parecía cómico, con aquel hombre moreno, delgado y pequeñito pegado a un monumento de mujer, pero La Monja, a sus veinte años, nunca tuviera a nadie pegado a ella y se puso cachonda, pero cachonda, cachonda. M. M le comió las tetas por encima del vestido, como La Monja no lo reprendió, le bajó la cremallera del vestido y le abrió la presilla del sostén. Le subió las copas. La Monja se siguió dejando. M. M se hartó de comer aquellas tetas con areolas rosadas y pezones como guisantes. Se creció. Sacó la polla, una polla mediana, y le dijo:
-Baja las bragas que te voy a pasar el muñeco por el coño para calentarte más
-No que puedo quedar preñada.
-No te la voy a meter.
-Promételo.
-¿Para qué? No podría metértela. Sólo me alcanza para frotarla con tu coño. Baja las bragas.
-Bájamelas tú.
M. M le bajó las bragas. Cogiendo la polla en la mano, la frotó contra el clítoris y los labios empapados del coño de La Monja, (La Monja se tenía que agachar un poquitín para que pudiera hacerlo). Ella, que nunca tal cosa sintiera, se empezó a poner mala. Y cuando sintió la leche calentita de M. M en la entrada de su coño, se corrió a chorros sobre la polla.
Pero volvamos a donde ...
... estábamos. ¿Dónde coño estábamos? ¡Ah, sí! La Lagarta trataba de calentar a Fresita con lo de la Monja.
-¡¿Te acostaste con Sara, Lagarta?
-No, la jodí de pie.
-¿Dónde?
-Arrimada al confesionario, en la parte de atrás
-¡¿Le comiste la almeja en la iglesia?!
-Comí. Le comí el coño bien comido.
-¡Si os llega a pillar don Amancio os descomulga!
-Al cura lo vio La Monja meneando la polla detrás de una columna mientras miraba como nos dábamos el lote.
-¡Qué fuerte, qué fuerte, qué fuerte! Si don Amancio tiene setenta años.
-Por eso dejó hacer, por miedo a no dar la talla.
La curiosidad. ¡Ay la curiosidad!
-Cuéntame los detalles y dejo que me des un beso.
-Con lengua y largo.
-Sin lengua y pequeñito.
-Pues no te lo cuento.
-Vale, uno con lengua y largo.
-Muuuy largo.
-Vale, larguísimo.
-Fue hace tres meses. Estábamos limpiando la iglesia. Ella llevaba puesto ese vestido castaño que casi le llega a los pies. Estaba inclinada quitándole el polvo al confesionario. Me acerqué por detrás. Le levanté el vestido y le metí mano en todo el coño. Se incorporó al instante. Mirando alrededor me dijo, en bajito: "Sacrílega". La empotré contra el confesionario. Le besé el cuello mientras le magreaba sus grandes y duras tetas, me dijo: "Por tu culpa voy a ir al infierno". Hice que se callara la boca metiéndole la lengua dentro. Al rato, me dijo: "Don Amancio nos está viendo. Tiene la sotana levantada y se la está pelando detrás de una columna". Le ...