1. Fresita, la Lagarta, la Bicha y yo


    Fecha: 07/02/2018, Categorías: Hetero Autor: Quique., Fuente: CuentoRelatos

    ... redondita. Pili, a la que apodaban Fresita, tenía diecinueve años, era morena, delgadita y preciosa, de tetas pequeñas, pelo largo y negro, recogido en una coleta, ojos negros, y un culo pequeño y redondito. Seguían hablando. Le preguntaba La Lagarta a Fresita:
    
    -¿Lo hacemos, Pili?
    
    Fresita, se sentó.
    
    -¡¿Follar yo con usted?! Ni harta de vino.
    
    La Lagarta se sentó a su lado. Con su mano derecha le echaba el cabello hacia un lado.
    
    -Te lo haría pasar bien. Te pondría tan cachonda que acabarías suplicando que te hiciese correr.
    
    Fresita, le quitó la mano, y muy seria, le dijo:
    
    -De pensarlo me entran ganas de echar la pota.
    
    La Lagarta se vino abajo.
    
    -¡Vete la mierda! Ya me cortaste el rollo.
    
    -Eso le pasa por ir de sobrada.
    
    -A ver chica dura. ¿Qué debo hacer para seducirte?
    
    Fresita se moría por que le comiese el coño, pero no quería que La Lagarta la tomase por una chica fácil. Se echó boca arriba sobre la hierba, y le respondió:
    
    -Empiece por decir que le gusta de mí.
    
    La Lagarta se volvió a animar. Se inclinó hacia Fresita, y le preguntó:
    
    -¿Entonces puede ser que me dejes comértela?
    
    -Nunca se puede decir de esa agua no beberé, pero lo veo muy difícil. ¿Qué le gusta de mí?
    
    -Tienes las tres cualidades que me gusta ver en una mujer: Belleza, belleza y belleza.
    
    -¿Seduzco a alguna mujer antes de intentarlo conmigo?
    
    -Te sorprenderías si te digo el nombre de todas las que se corrieron conmigo.
    
    -Dígame una.
    
    -Te ...
    ... digo el nombre de las doce si dejas que te bese, que te meta mano y que te coma el coño.
    
    Fresita dejó de tratar de usted a la señora Gloria y la llamó por su apodo.
    
    -No te impacientes, Lagarta. Dime el nombre de una.
    
    -La Monja. ¿Por qué te crees que dejó de ir a misa?
    
    Sara, La Monja, era una joven larguirucha, guapa, de ojos achinados color avellana, larga melena negra, con buenas tetas y un buen culo. Era creyente y practicante. La apodaban La Monja porque se comportaba como tal. Era decente y lo parecía... Hasta el día en que las ganas le quitaron lo decente.
    
    Creo que merece la pena contar como empezó La Monja a olvidar tanta decencia.
    
    Fue un día de marzo, Sara, La Monja, que trabajaba al jornal, estaba poniendo patatas en una huerta, junto a varias personas más. Frente a ella, haciendo lo mismo, estaba Pablo, el que iba a ser su marido. El caso fue que La Monja, cada vez que se agachaba para poner una patata cortada en la tierra, le enseñaba la parte superior de las tetas a Pablo. La Monja sabía que le miraba para ellas y le gustaba que lo hiciera. Al hombre se le fue poniendo dura, y a La Monja, al levantarse Pablo y ver el bulto en su pantalón, el coño se le fue mojando. De repente empezó a llover, pero a llover de verdad. Caían chuzos de punta. La gente tiró hacia el monte. Cada cual se refugió donde pudo. La Monja y Pablo se metieron en una cueva. Pablo, le dijo a La Monja, que estaba empapada y temblando:
    
    -¿Quieres que te caliente, ...
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