1. Bandido: una sensación recurrente


    Fecha: 08/02/2018, Categorías: Lesbianas Autor: cifrada regalo, Fuente: CuentoRelatos

    ... representación de las injusticias del mundo.
    
    De este modo transcurrió aún más el tiempo, y el señor Bandido se integró a la familia. Nunca observé en mis padres la intención de despedirlo de la casa, ni tampoco era algo que yo buscara. Entonces el señor Bandido ya tenía una habitación más establecida para él, y formaba parte de nuestros planes. Tanto, que celebramos su cumpleaños como el de cualquiera de nosotros y lo cuidamos cuando enfermó del estómago con el mismo tratamiento que a un familiar.
    
    Al cabo de dos años la sola idea de hacerlo fuera de nuestras vidas ya era impensable. Por tal motivo comencé a confiarle mis sentimientos y él los suyos a mí. Descubrí así que, efectivamente, él tenía un hijo. Yo le recomendé que lo buscara, pero alguna razón extraña existiría para no hacerlo, pues ni siquiera terminó la conversación al respecto. Con todo, sus sentimientos hacia nosotros eran positivos, lo cual me complacía enormemente.
    
    Él siguió recostándose junto a mí sobre el pasto y veíamos las nubes y los aviones pasar. Fue en esa posición que un día y aparentemente sin razón para hacerlo, tomó mi mano. No supe de momento qué pensar ni qué sentir. Asumí que pensaba en su hijo y no le impedí que permaneciera así, aunque era consciente de que no lucía muy normal que un hombre de edad y un muchacho como yo tuvieran entrelazados los dedos.
    
    Comencé a sentir su sudor y mi sudor mezclándose, su calor y mi calor confundiéndose, y su piel callosa contra mi piel nerviosa ...
    ... y suave acariciándose. No pude más con la inquietud y como pude le pregunté porqué lo hacía a lo cual contestó «No lo sé». Sin explicaciones para lo que sucedía, permití que ese pequeño acto de cariño, tan significativo pese a su magnitud, se encarnara en mí. Yo ya no quería saber nada más, tampoco valorar o hacer un juicio a todo aquello, por lo cual cerré los ojos y apretando el puño tuve por compañero a ese bandido.
    
    Sólo así él acarició mi rostro con su otra mano y dulcemente recorría con sus dedos mi mejilla. Lentamente aproximó su gran pulgar hacia mis labios, los frotó, y como por instinto abrí la boca para chuparlo con mi lengua. Quizá lo descubrí en el fondo de sus deseos, porque sentí, yo aún con los ojos cerrados, que se situaba encima de mí. Luego noté que su aliento se aproximaba hacia mi boca y lo que esperaba sucedió.
    
    Por la mañana de un jueves tocó a la puerta de mi habitación mi madre. Se despidió desde muy temprano porque iba a arreglar algunos trámites con mi padre en la municipalidad. Aún estaba amodorrado y sólo alcancé a decir que se cuidaran. Minutos después logré espabilarme y mis pensamientos regresaron hacia el señor Bandido. Pensé que él estaría durmiendo y decidí no molestarlo.
    
    Mas fue cuestión de tiempo para que el blanco del techo que miraba se convirtiera en las imágenes y sensaciones del beso que me dio. Era una lengua que desde la obscuridad de mis ojos cerrados jugueteaba con mi boca. Yo jamás había besado a nadie, ni nadie me había ...