1. Bandido: una sensación recurrente


    Fecha: 08/02/2018, Categorías: Lesbianas Autor: cifrada regalo, Fuente: CuentoRelatos

    ... besado a mí con esa tierna profusión. Permanecía mi cuerpo inmóvil sobre el pasto, apresado por la mediana corpulencia del señor Bandido que situó su pecho, su abdomen y su cadera junto a los míos. Luego él soltó de mis manos la que tenía sujeta y puso sus dos palmas sobre mi rostro.
    
    Cuando cesó con el beso, pensé que podría ver su rostro al abrir los ojos, y así lo hice. Sin embargo lo que vi fue el cielo porque en ese instante el señor Bandido se dirigió a mi oído para decirme que me amaba, con una voz que derritió mis entrañas y una calidez que me produjo escalofríos. Luego vi su rostro frente al mío, nos miramos a los ojos, y él se dirigió a besar mi frente, mis mejillas y a lamer mi cuello. También comenzó a frotarse contra mí; su miembro, más o menos perceptible a través de nuestras prendas, iba rozando febrilmente el mío.
    
    Repentinamente escuché que de nuevo llamaban a la puerta. Imaginé, sin equivocarme, que era el señor Bandido. Cuando abrí la puerta me tomó fuertemente de los hombros, con brusquedad giró y empujó mi cuerpo, y bajó mis pantalones del pijama junto con mis calzoncillos de manera bastante agresiva. No supe qué hacer ni qué decir y me mantuve helado y boca abajo sobre la cama, para después sentir que con su lengua repasaba mi otra hombría.
    
    Tendido encima del colchón, me aferré como pude a las sábanas, sin lograr controlar un ápice de mi respiración. Pero los planes del señor Bandido no eran en absoluto lo que yo creía vislumbrar, porque sin ...
    ... excusa o previo aviso introdujo su osadía en mi otra hombría, causándome un dolor insoportable.
    
    Grité y luego chillé. El señor Bandido continuó empujando sin dejarme descansar. Luego recargó su torso contra mí espalda y aproximándose a mi oído percibí su respiración. Dijo «Nunca me has preguntado porqué me metieron en la cárcel» y mientras yo seguía chillando prosiguió diciendo «¿Quieres saber?» Yo no contesté nada, pues no podía actuar con libertad por el dolor. Entonces el señor Bandido jaló de mis cabellos fuertemente, insistiendo en su pregunta. No teniendo más opción que contestar le dije un pequeño «Sí». Él no parecía muy conforme y tirando con más fuerza de mis cabellos me dijo que no había escuchado, por lo cual reiteré lo más alto que pude mi afirmación.
    
    Después de eso comenzó a agitarse velozmente dentro de mi otra hombría, aproximó su boca hasta mi oído, y entre risas nerviosas y una voz llena de sin razón me dijo que lo habían encarcelado por pervertido. Nada quedaba del hombre que acariciaba con sus manos de lindura mi verdadera hombría tras haberme dicho, tendidos sobre el pasto, que me amaba. Ya no escuchaba al ex presidiario que se disculpaba por estarme acosando con la mirada.
    
    Quise mover mis dedos hasta mi verdadera hombría para sentir un poco de placer, pero el bandido cruel se impuso con sus manos a las mías. No opuse más resistencia viendo que mi destino estaba trazado, y que no lograría escurrirme nuevamente sobre el dorso de su mano y entre sus ...