1. Historia del chip (045): Nuevas normas (Enko 004)


    Fecha: 09/02/2018, Categorías: Lesbianas Autor: chopin, Fuente: CuentoRelatos

    Al llegar a la isla, Enko le solicitó que saliese y atase el cabo al agarradero del muelle. Nadia se movió con agilidad tratando de no pensar demasiado en la cadena mientras Enko le explicaba cómo debía pasar la cuerda. Después de atar un segundo cabo y ponerle la capota a la embarcación, recogió los enseres y le señaló una cabaña que estaba a unos trescientos metros siguiendo un pequeño camino trazado entre las piedras.
    
    No había demasiada vegetación, siendo la brisa muy agradable. Nadia casi protestó cuando entró en el camino, los pequeños guijarros presionando las plantas de sus pies con fuerzas.
    
    —¿Incómoda?
    
    —Un poco.
    
    —Debes acostumbrarte.
    
    Agarró su culo como compensación para luego cogerle la cintura.
    
    —¿Por qué?
    
    —Te centra en tu amante, no en tu placer.
    
    Nadia no terminó de entenderlo, aunque escuchaba fervientemente a su amado. Todo conspiraba contra ello, desde las endorfinas en su cerebro hasta la necesidad de su cuerpo o su deseo de agradar. Enko prosiguió.
    
    —Apoya el pie con delicadeza. Desde la punta de los dedos hasta el talón, erotizando. Zancada más amplia.
    
    Esto suponía una mayor agitación de los pechos y correspondientemente de la cadena. Algo que Nadia siempre trataba de evitar a toda costa.
    
    —Me duelen un poco los senos —señaló sin realmente quejarse.
    
    —Es tu manera de decirte que estás excitada. No puedo saberlo con el metal tapando tu raja, y tus pezones siempre están duros. La cadena es el símbolo de tu deseo.
    
    —Haré lo que ...
    ... pueda.
    
    —Sé que lo harás— admitió Enko sin dudar de ella.
    
    Pasaron cinco días de ensueño en la isla, conociéndose de otra manera. Enko la acariciaba por todo el cuerpo dejando de hacer énfasis en los pechos y disfrutando de la piel excitada de Nadia. Por su parte, ésta tuvo permiso de acariciar a su amado incluyendo la verga erecta. Era tan feliz que lloró en un par de ocasiones. Los pezones le dolían ante el impulso casi continuo que provocaban sus movimientos y también ante los tirones de Enko después de los orgasmos.
    
    Las plantas de los pies parecían arderle a Nadia casi todo el tiempo que estaba caminando incluso fuera de los caminos asfaltados. Los baños de mar calmaban los nervios y los continuos asaltos de Enko la enardecían tanto como la hacían sentir adorada.
    
    Aunque fueron pocos días, Enko pareció satisfecho de la actitud y el desempeño de Nadia. La última noche antes de volver se lo dijo.
    
    —Estoy muy contento por tu proceder, Nadia. Nunca me has decepcionado, ahora me has hecho feliz. Quiero ofrecerte algo a cambio. No deseo que te engañes, no es un regalo solo para ti, es para los dos. Y eres libre de no aceptarlo.
    
    Nadia no pensaba rechazarlo fuera lo que fuera, sólo que no lo dijo. Enko sacó unas zapatillas.
    
    —Te darán las mismas sensaciones que cuando caminas descalza en el asfalto de aquí. Las llevarás siempre que estés en casa, salvo que desees ser tocada. ¿Las aceptas?
    
    Nadia no dudó ni por un instante y se las calzó con determinación. Y se ...
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