1. Historia del chip (045): Nuevas normas (Enko 004)


    Fecha: 09/02/2018, Categorías: Lesbianas Autor: chopin, Fuente: CuentoRelatos

    ... pezones le dolían y asimismo los pies. Enko, a modo de agradecimiento, la trajo hacia él y acarició cada pezón un par de minutos.
    
    —Vamos, serás la esclava perfecta.
    
    Cuando llegaron a la casa, Emma estaba allí.
    
    —Hola, Nadia. Veo que traes las zapatillas. Habéis aprovechado el tiempo. Dale un beso a tu hombre y despídete de él.
    
    Nadia no dudo en besarlo con pasión, intuyendo que tardaría bastante tiempo en verlo. Enko la sobó delante de Emma, demostrando a quién pertenecía el cuerpo desnudo y vibrante de Nadia. Se fue en cuanto la tuvo en ‘la zona’. Emma le dijo que se quitase las zapatillas.
    
    —En el club, las zapatillas solo las llevarás en ciertas habitaciones especiales. En el resto de la casa, hay unos caminos que te darán la misma sensación.
    
    Nadia no terminaba de comprender el asunto. Emma le señaló un punto cerca de la pared.
    
    —Acércate y quítate las zapatillas. Eso es. Es un pequeño sendero como el camino asfaltado en la isla, sólo que no se ve. Camina por él. No tendrás más remedio que hacerlo como una modelo, un pie delante del otro, zancada corta. Yo iré detrás de ti.
    
    Nadia notó como le miraba el culo, que, inevitablemente, iba de un lado a otro.
    
    —Aquí, a la derecha.
    
    Nadia sintió alivió al ver que en la habitación había una alfombra y que su penuria acababa. Sus pies agradecieron tanto el contacto con la alfombra que empezó a acalorarse ante las sensaciones placenteras.
    
    —Junto al butacón. Arrodíllate y mira hacia mí.
    
    Emma le tocó los ...
    ... pezones, en cuanto Nadia estuvo en posición.
    
    —Tenemos muchas cosas que mejorar, Nadia. Muchas. ¿Te masturbas?
    
    —A veces.
    
    —Sé más concreta.
    
    —Cuando Enko no está o en la ducha.
    
    —¿Lo has hablado con él?
    
    —No.
    
    —¿Crees que quiere que lo hagas?
    
    Nadia calló.
    
    —Tu silencio te delata. La próxima vez que lo veas, si está con alguien, le preguntas si tienes autorización para masturbarte, si le gusta que lo hagas y si es necesario un castigo por no habérselo preguntado antes. ¿Entendido?
    
    —Entendido. ¿Por qué podría molestarle que me masturbase?
    
    Emma no dejaba de acariciar los pezones, que reaccionaban con el mismo deleite de siempre.
    
    —Hay muchas razones. Hay hombres que se sienten más queridos si estás por ellos o simplemente porque cree que es lo mejor. O por capricho. Esa no es la cuestión: no has pensado en él, en lo que él desea.
    
    —Podría haberme dicho algo— objetó Nadia, tratando de no pensar en sus pezones. Emma soltó los dedos.
    
    —Así es. Sin embargo, tú sabías de alguna manera que no te estaba permitido. ¿O no sabes cómo va a reaccionar?
    
    —Preferirá que no me masturbe, pero no me lo prohibirá. Sobre el castigo, no estoy segura.
    
    —Sólo por eso, ya mereces el castigo. ‘No estoy segura’ es una falta importante.
    
    Nadia pensó que tenía razón, sin saber muy bien porque aceptaba el criterio de una mujer que prácticamente no conocía de nada.
    
    —Lo siento. De veras. Le pediré que me castigue.
    
    —Ahora empiezas a entender el alcance del asunto. ...
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