1. La viuda de mi tío


    Fecha: 19/02/2018, Categorías: Gays Autor: Quique., Fuente: CuentoRelatos

    ... no te mandaría llamar.
    
    -Te equivocaste, tía.
    
    La había cabreado.
    
    -¡¿Quién coño te crees que eres?
    
    -Alguien que no se vende.
    
    La viuda no se daba por vencida.
    
    -¿No te gusto?
    
    -Me gustas más oliendo a sudor.
    
    La Viuda, sonrió. Sindo volvió a ver a la Carla que lo había follado porque a su tío no se le levantaba.
    
    -Olvídate de la proposición.
    
    -Olvidada.
    
    -Solo a nosotros se nos pudo ocurrir hacerlo al sol. ¿Verdad?
    
    Sindo, le devolvió la sonrisa.
    
    -Sí, fue... Sudoroso.
    
    -¿Quieres tomar algo?
    
    -¿Que tienes?
    
    -Coñac, anís, whisky, ponche...
    
    -Ponche.
    
    La Viuda volvió del mueble bar con dos copas, le dio una y se sentó en su sillón. Le preguntó:
    
    -¿Entones no quieres hacerlo?
    
    -¿No habías dicho que me olvidara del tema?
    
    La Viuda era una enredadora.
    
    -Te lo pregunto por última vez porque tengo muchas ganas de follar contigo.
    
    -Si tanto insistes... Va a ser que acabaremos haciéndolo.
    
    La Viuda, se animó de nuevo.
    
    -¿Harás todo lo que te diga?
    
    -¿Qué tendría qué hacer?
    
    -Eso lo irás descubriendo cuando te lo diga.
    
    Sindo pensó que tenía la sartén cogida por el mango.
    
    -Vale, pero cómo presiento que la cosa va de guarrerías, debes doblar el dinero.
    
    -¿Pero tú no eras el que nunca se vendería, cabronazo?
    
    -Para mi nunca significa hasta dentro de cinco minutos.
    
    La sartén por el mango la tenía cogida la Viuda.
    
    -En ese caso, si te acojona hacer alguna de las cosas, no cobras.
    
    Sindo, se hizo el valiente.
    
    -¡Anda ...
    ... ya! No hay nada en este mundo que me acojone.
    
    -Y si te corres, no cobras. Mi dinero, mis reglas.
    
    -¿Algo más que deba saber, Carla?
    
    -No.
    
    Vamos al grano.
    
    La Viuda estaba sobre una gran cama de roble con sábanas rojas, a la que antes tapara una colcha dorada, vestida solo con sus joyas. Sindo, también estaba en pelotas. Era un joven moreno, de pelo largo, con buenos pectorales, buenos bíceps... Era un joven apuesto.
    
    La Viuda se había vuelto una cerda de mucho cuidado desde la última vez que follaran. Se ve que el viejo antes de morir, cómo no se le levantaba, meaba por ella, o eso pensó, cuando le dijo:
    
    -Méame por las tetas, por el vientre, por el coño, méame toda.
    
    -Preferiría untarte de chocolate.
    
    -Luego, ya se lo mandé hacer a Sebastián.
    
    -¿Y por qué no ahora?
    
    -¡Mea por mí, carallo!
    
    Le orinó por las tetas. La Viuda puso las manos y se lavó la cara con la orina.
    
    Los pezones se le pusieron tiesos y las areolas le encogieron. Le meó por la barriga y por el coño, un coño rodeado de una enorme mata de pelo negro.
    
    Al acabar de orinar por ella, la Viuda, le dijo:
    
    -Muérdeme las tetas y los pezones... Lame y limpia tu orina de ellas.
    
    Al morder una de sus grandes tetas y lamerla, sintió el sabor salado de su orina. Tampoco estaba tan mal. Nunca había comido unas tetas saladas. Le mordió las tetas y le lamió y mordió los pezones. Lo hizo durante un cuarto de hora, o algo más. La Viuda, mientras Sindo le trabajaba las tetas, se masturbaba el ...
«1234...»