1. El metro


    Fecha: 24/02/2018, Categorías: Voyerismo Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos

    ... y mis zapatos fueron los siguientes. La di la vuelta, te abrazaba la espalda mientras mis manos llegaban hasta su sexo, sus senos estaban apretados contra los cristales, nos apretábamos contra la ciudad, de noche. Acariciaba su vulva lentamente, en círculos, cada vez más cerrados mientras la besaba la espalda, el cuello, las orejas, las mejillas, giró su cara y nuestros labios se unieron, dejando pasar nuestras ávidas lenguas a través. Empañábamos el cristal, notábamos su frío tacto cuando yo introduje mi mano lentamente en sus braguitas buscando el clítoris. Supe que lo había hallado por los sonoros gemidos y por su tremenda hinchazón, palpitaba de excitación. Lo agarré suave y firmemente con dos dedos y lo agité, al principio de forma imperceptible, mas luego de forma más y más intensa. Se retorcía de placer contra el ventanal, prácticamente no la aguantaban las piernas, entonces se dio la vuelta, me quitó la ropa interior y me empujó hacia la cama.
    
    Se situó encima de mí, me besaba con dulzura, me acariciaba todo el cuerpo, la cara, el cuello, el torso, los brazos, la tripa, las ingles, las piernas. Me empezó a lamer como si fuera un dulce de miel, lentamente, saboreando con firmeza mi piel, mi pelo, dándome pequeños mordiscos por todo el cuerpo. Me estaba poniendo cardiaco, estaba tan excitado que mi pene palpitaba y me dolía levemente por la hinchazón. Ella debió notarlo y lo agarró suavemente, acariciándolo mientras me seguía saboreando. Llegó hasta mi entrepierna y ...
    ... se detuvo. Ese momento aproveché para incorporarme y situarme cerca de su lugar más dulce, yo también quería miel, quería su sabor, su sexo. Una vez situados empezamos por acariciar con la lengua los alrededores de ese lugar tan sensible, ella me hacía suspirar mientras yo la provocaba pequeños gemidos al soltar mi cálido aliento en su interior. El saborear su sexo era algo extraordinario, me encanta inundarme de olores, de sabores tan intensos, tan sexuales, con tanto deseo, siempre me lanzo a devorarlo con ansia, con sed, con hambre. Ella no se podía decir que estuviera quieta, me estaba chupando, mordiendo, agitando, explorando a fondo mi parte más sensible, arrancándome unos sonoros gemidos cuando agitaba su mano y me absorbía al tiempo el glande. No podíamos parar, estábamos como poseídos por una fuerza que nos impulsaba a explorarnos en profundidad. Mojé mis dedos en sus jugos y la penetré lentamente, moviendo dos de mis dedos en su interior, había conseguido que ella gimiera más que yo al atrapar su clítoris con mis labios a la vez. Ella me contestaba con caricias cada vez más enérgicas, más intensas.
    
    Con mis dedos húmedos le acariciaba la entrada de su esfínter, ella no se esperaba eso, con lo que paró las caricias, aunque yo no. Al seguir ella jadeando yo me sentí más atrevido todavía y empecé a lamer tan estrecho orificio, arrancando unos gemidos bastante reveladores. No sé si por venganza o porque nos estábamos dejando llevar por el placer ella empezó a hacer lo ...
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