1. Memorias de un solterón


    Fecha: 03/03/2018, Categorías: Erotismo y Amor Autor: Barquidas, Fuente: CuentoRelatos

    ... juraría, que yo, pues con algo de parloteo solía responder a mi palique, pues, sencillamente; me acercaba a ella, la saludaba, obsequiándola con los casi ya reglamentarios seis, ocho, minutos de cháchara, interesándome por ella, cómo le iba y tal
    
    Esto se mantuvo así hasta que, una de tantas tardes, tras meses y meses de vérmela allí, en la plaza, sentada n su banco y sola, pues no me confirmé con la palabrería de rigor de aquellos meses, sino que me detuve bien detenido junto a ella, frente a ella, mejor debería decir, un rato que rebasó, en varios enteros, los habituales minutos de palique entre los dos, con lo que ella acabó invitándome a sentarme allí, en el banco y a su lado. Ni sé ya de lo que hablamos, chorradas mayormente, charloteo insulso, sin sentido, pero, ¡Dios!, y cómo nos reímos, cómo se rió, se reía ella más, bastante más que yo, con las mil y una payadas que por mi boca pude soltar aquella tarde… Se no fue la hora, se le fue a ella, mayormente, por lo que, en un momento que se le ocurrió mirar el reloj, aquella especie de remanso de paz en que nos sumimos los dos, se cortó, acabó, con ella marchando, más corriendo que deprisa, a su casa, mientras me decía
    
    –¡Hay Señor, y cómo se me ha ido el tiempo!... ¡Las ocho y pico, mi hijo a punto de volver del trabajo, y yo aquí, de charla con usted, sin prepararle la cena!... Lo siento, Antonio; de verdad que lo siento, pero debo marcharme ya…
    
    Y, como antes de dice, salió escopeteada hacia nuestro portal… Y yo, ...
    ... qué iba a hacer sino salir tras ella a todo el gas que mis piernas permitían, de manera que entramos juntos en el portal, diciéndole yo
    
    – No, si también a mí se me ha hecho muy tarde; se me pasó el tiempo sin sentirlo… Pero, también yo, debo ya subir a casa… Debiera haber subido hace ya un rato…
    
    Mentira cochina tal afirmación, pues en mí, lo normal cuando hacía turno de mañana, era levantarme a esas horas, poco más o menos, de mi siesta; siestas que, como decía D. Camilo José Cela de las suyas, eran de “pijama y orinal”… Pero en fin, ¿quién no suelta, alguna vez, una mentirijilla de nada?... La cosa es que entramos juntos en el ascensor, haciendo juntos el viaje hasta el tercer piso, en que ella se apeó, pero diciéndome ella, Carmen, durante todo ese rato
    
    –De verdad, Antonio, que me lo he pasado muy, pero que muy bien esta tarde. ¡Ay Dios santo!... En mi vida me he reído tanto como esta tarde… Tanto, como usted me ha hecho reír hoy… De verdad, Antonio, que ha sido una tarde muy, muy, especial para mí
    
    –Pues…pues… También yo lo he pasado estupendamente… También, para mí, ha sido una tarde la mar de especial…
    
    Yo estuve a punto de preguntarle si le importaría repetir la experiencia algún otro día…alguna que otra tarde… Lo tuve, incluso, en la punta de la lengua, pero, al final, no tuve valor para ello… Para permitirme tal atrevimiento… Las chicas, las mujeres, en general, no me imponían, no me sentía tímido ante ellas; antes bien, al contrario, era yo quien solía ...
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