1. Memorias de un solterón


    Fecha: 03/03/2018, Categorías: Erotismo y Amor Autor: Barquidas, Fuente: CuentoRelatos

    ... imponerme a ellas, a base de mantener con ellas, en todo momento, una cara de cemento “armao”, cual suele decirse; con una osadía, un aplomo, que las avasallaba, venciendo la menor resistencia en las titis… Pero con ella, con Carmen, me ocurría totalmente al revés, que siempre acababa “cortado”, tímido, casi asustadizo ante ella
    
    A la tarde siguiente, conmigo todavía en turno de tarde, estaba allí, en nuestra plaza, desde muy pronto, desde antes, incluso, de las cinco, sacrificando, tal fin, algo que, para mí, era como un ritual litúrgico: Mis minutos, casi una hora, nunca, desde luego, menos de media, de treinta minutos y lo normal de cuarenta, hasta cincuenta, en la sobremesa que solíamos mantener los compañeros de tuno y yo mismo, tras comer, con nuestro cafelito y, los que así lo querían, como yo, la copa de licor con el café, ésta a gusto del consumidor, para unos, aguardiente, ara otros whisky, para los otros, como yo, coñac; o como ahora suele decirse, a veces, “brandy”, por la cosa de la “Denominación de Origen”, impuesta por los “franchutes”, los “gabachos”, respecto a su región de origen, la región del Cognac, de la que toma nombre la bebida. En mi caso específico, coñac o brandy, “ Magno”, de bodegas Osborne, aunque, a veces, me sentía espléndido conmigo mismo, costeándome una, dos y hasta tres copas, de Coñac/Brandy “Independencia”, también de Bodegas Osborne, más selecto, más caro también que el “Magno”
    
    Bueno, y a lo que íbamos, que aquella otra tarde me ...
    ... presenté en el barrio, en esa nuestra plaza, antes, incluso, de que fueran las cinco, no ya deseoso, sino casi anhelante de volver a verla, a estar con ella, a pasar, de nuevo, la tarde a su lado, conversando y tal con Carmen, Carmela, como empezara a llamarla esa tare anterior, sin que ella se opusiera a esa nueva forma de nombrarla, a todas luces más familiar, más cercana, más íntima... Me senté en aquél banco en ella se sentaba, dispuesto a esperarla; y esperé, y esperé…y seguí esperando, esperando, esperando, hasta que se me hicieron más las siete y media de la tarde que las siete, siete y cuarto, pero en balde, pues ella no se dignó aparecer ni un segundo… Yo, la verdad, me cabreé con ella “canti dubi”, vamos, cosa fina, filipina, que ha años decíamos… Pero también yo mismo me decía, que sin motivo alguno; porque, vamos a ver, ¿qué obligación tenía ella conmigo; qué compromiso?... ¡Ninguna obligación, ningún compromiso!... Luego, si ayer estuvo conmigo, tan amable, tan afable, fue porque así ayer le apeteció…o yo mismo se lo impuse, al acercarme a ella y estar allí, ante Carmen, tiempo y tiempo, como un pasmarote… En cualquier caso, eso fue ayer, y si hoy eso mismo no le “molaba”, y por ende, no bajaba, ¿qué tenía yo que objetar a ello, porqué sentirme como me sentía, frustrado, muy, muy frustrado; cabreado con ella, muy, muy cabreado
    
    Pero es que también sucedió que eso mismo, su no comparecencia, se repitió al otro día, al otro, y al otro… Y así, durante todos los días ...
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