¿Sumisa? - Final
Fecha: 12/07/2017,
Categorías:
Gays
Autor: LaBellu, Fuente: CuentoRelatos
Continúo con la historia que comenzó en“¿Sumisa?”
En ese momento, ya poniendo mis brazos en jarra (así con las manitas apoyadas en la cintura, como las asas de una jarra vamos), ladeando la cabeza al mirarlo de arriba de abajo, como queriendo menospreciarlo (queriendo, nunca diré que lo fuera a conseguir) dije:
—Tú crees que me estás dominando a mí? ¿A mamá?
Mi inconciencia no tenía límites. Estaba verdaderamente a merced de este desconocido. Podía hacerme lo que quisiera, dominarme, violarme, matarme. Opciones que no entraban en mis pensamientos, así que continué:
—Pero si no eres más que un puto pervertido, guarro y miserable… enfermo… psicópata, asqueroso.
Y dicho esto, oía la Marcha Triunfal de la ópera Aída de Verdi (vitoreada por el pueblo, por los sacerdotes, por todos los que estaban ahí) tan ganadora yo, ¡que gusto!
Y con esto de marchar triunfal, el tipo se venía acercando.
—Ni te me acerques —y reculé.
Pero o estaba sordo o yo no era lo suficientemente convincente y él emperrado en acercarse, con vaya a saber que oscuras intenciones. Lo que me obligó a seguir dando marcha atrás, como consecuencia íbamos los dos rodeando mi coche (tampoco es que fuera la hostia de grande así que ya os imaginaréis). Allí recordé a Benny Hill, y pensé, si esto fuera a cámara rápida, me salgo del cuadro y le dejo corriendo solo… bah, tonterías de las mías. Y me agarró del brazo y me tiró al suelo y se bajó la cremallera.
—Ni lo sueñes moreno —me levanté a ...
... toda prisa y puse distancia de por medio, la suficiente, no me preguntéis cuantos metros por favor.
Esto ya se estaba poniendo feo pero feo de cojones. Que yo no pudiera divagar en mis múltiples y variados pensamientos era una prueba irrefutable de ello.
—Tienes la farmacia de turno —señalándole la cremallera.
Al tío no se le movía ni un musculillo de la cara y yo comenzaba, ahora sí, a ponerme un poco nerviosa. Tenía todas las de perder y mi sentido del humor no estaba ayudando en lo más mínimo, así que tomé otro camino.
—Venga, va, gracias por la gasolina, súbete al coche y vete, que seguro te estarán esperando, y hagamos de cuenta que aquí no ha pasado nada, ¿vale chaval? Tú me perdonas el guantazo que te pegué y yo te perdono que, sin querer, me hayas tirado al suelo.
¿Quién iba a poder resistirse a mi plan conciliador, de perdón y olvido?
—CÁLLATE YA! —gritó con toda la fuerza que, presumo, era capaz.
No podía dilucidar lo que pasaría por su mente, pero ese grito era ya un punto. Un punto que me hizo sobresaltar y eso me jodía, vamos que si me jodía…
—Tú, como te llames, o me violas o me matas o te vas, pero no cuentes con mi consentimiento para las dos primeras opciones y te lo digo muy en serio.
—No vas a callarte.
—Ves? Pues ya me conoces un poco.
Se subió la cremallera y yo me desesperé cuando lo vi dirigirse a su coche.
—Pero ¿qué haces?
—Me marcho.
¡Uy! qué desesperación me entró, con lo bien que me lo estaba pasando yo, con ...