1. ¿Sumisa? - Final


    Fecha: 12/07/2017, Categorías: Gays Autor: LaBellu, Fuente: CuentoRelatos

    ... el dominador−pervertido. Me acerqué, cogí el bidón de gasolina.
    
    —Oye, ¿no se la pondrías a mi coche antes de marcharte?
    
    Apoyado en la puerta de su coche, se lo veía abatido y resignado.
    
    —Tú no tienes límites ¿no?
    
    —¡Ja! Pero mirad quien fue a hablar, el Amo, el Master de la humillación.
    
    En ese momento y centrándome con todo mi ser (que ya sabéis que me cuesta un potosí), pude verlo completamente perdido, a punto de las lágrimas si se quiere.
    
    Y entonces, recordé los relatos y me pregunté: ¿qué hubieran hechoTxuso en lugar del pervertido este yPequeñamorbosa en mi lugar? Difícil respuesta en ese momento tan dramático que estaba viviendo (bueno, ya no lo era tanto, de hecho, él se quería marchar). Pero podéis aprovechar y leer sus relatos para encontrar una respuesta (un click en sus nombres y os lleva directamente).
    
    —Te voy a poner la gasolina —cerró la puerta de su coche y comenzó a avanzar hacia mí— con una condición.
    
    —¿Ya estamos otra vez? ¿es que no se puede confiar en ti?
    
    Como si le conociera de toda la vida, pero vamos, que tampoco.
    
    —Contéstame ¿tú eres siempre así o te haces?
    
    —Así como, despreocupada, vivaz, simpática, entradora…
    
    —Insoportable.
    
    Glup. Me quedé de piedra. Ya lo tenía frente a mí y se avecinaba tormenta.
    
    —Me has quitado hasta las ganas de follar, de irme, de quedarme, de mear, de todo. Me has agotado tanto que ni la sola idea de pegarte, ponerte en cuatro, atarte con una cadena…
    
    Le interrumpí ...
    ... con:
    
    —Ajá.
    
    —Cállate por favor, te he escuchado sin parar desde que tuve la puñetera idea de bajarme de mi auto con dos intenciones. Ahora escúchame tú a mí —como vio que iba a abrir la boca— Calla, por el amor de dios, calla.
    
    —Es que las dos intenciones me pueden…
    
    —¿Quieres que me ponga de rodillas? Te lo suplico.
    
    —Vale, vale, ya me callo, anda sigue.
    
    —Si hay algo que quiero, ponerte la puta gasolina y no volverte a ver jamás en mi vida.
    
    Me mató. Realmente me conmovió. Sentí pena por él, por su vida, llena de mierdas, pises y cadenas y perras.
    
    —Y lo de las dos intenciones ¿qué? Una era auxiliarme y la otra era someterme ¿no? ¿a qué sí?
    
    Movía la cabeza de lado a lado, como quien no cree lo que acaba de oír. Pues yo fui lo suficientemente clara como para que lo comprendiera y lo creyera.
    
    Me apoyé en mi coche, crucé los brazos y no le perdí ojo, tratando de entrar en su psiquis. Él se acercó a su maletero, sacó un palo, no sé para qué, volvió a mi coche, ahí echó la gasolina, el palo, yo que sé, cosas suyas.
    
    —Oye ¿te quedarías más a gusto si te pidieras unas disculpas?
    
    Se acercó con el bidón vacío.
    
    —Toma —y me lo ofreció.
    
    —¿Y qué quieres que haga yo con esto? —mientras lo cogía.
    
    —Lo que quieras, lo guardas, lo tiras, lo que quieras.
    
    Pues lo apoyé en el suelo y le seguí hacia su coche.
    
    —Disculpame, yo sé que tú tienes tus problemas con esa perversión, pero tampoco es para que te pongas así.
    
    Y estaba a puntico de subirse a su coche, casi un pie ...