Viaje al infierno (2)
Fecha: 27/03/2018,
Categorías:
Primera Vez
Autor: Barquidas, Fuente: CuentoRelatos
... que integraban la primera conducción salía por el portalón exterior del campo, a pie, rumbo a la estación ferroviaria de Magnitogorsk, en la primera etapa de un viaje que, a través de miles de kilómetros, les llevaría a las gélidas tierras de la Siberia nororiental
Galina, desde la ventana de su despacho les vio dirigirse a la gran portada y atravesarla para perderse después de su vista. Entre aquellos hombres, al momento, distinguió a su amado… El corazón se le encogió de terrible dolor y horrenda amargura No lloró porque ya le era imposible llorar más; no le quedaban lágrimas en su cuerpo. Pero, al propio tiempo, una tremenda paz y tranquilidad la embargaba, pues una ilusión atemperaba su inmenso dolor: El convencimiento de que él, su adorado Günter, no la abandonaba del todo; que él, permanecería por siempre con ella, a su lado.
No preguntéis por qué, ni la razón en que su convencimiento se asentaba, porque tales razones no existían. Era, simplemente, la absoluta seguridad de que él, en aquellas horas de mutuo amor y entrega que juntos disfrutaron, había dejado en ella su semilla que sin duda germinó fecundando la tierra fértil de sus entrañas. El quedaba con ella en forma del fruto de su amor, en el hijo que estaba segura se formaba ya, en esos momentos, en su vientre. Sí, un hijo, pues también estaba segura de que sería un varón, un nuevo Günter, en el que ella vería a su amado cada vez que le mirara… En el que ella besaría a su amor cada vez que besara al hijo de ...
... ambos, de ella y de Günter…
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En 1956, al año de que el canciller de la RFA Konrad Adenauer lograra de la URSS la liberación de los últimos prisioneros de guerra todavía mantenidos en los GULAG, y con los últimos prisioneros alemanes repatriados, despojado ya de su condición militar tras la abolición de las Fuerzas Armadas Alemanas y la prohibición, “In Eternum”, de su recreación, o eso decidieron en un principio los aliados, Günter von Labnitz regresó a Alemania. No a su original “Patria Chica”, Prusia Oriental, anexionada a la URSS en 1945, sino a la RFA, decidiendo residir en Hamburgo.
Pasaron los años, seis podríamos decir, de modo que llegamos a una tarde de Marzo de 1962, cuando Günter von Labnitz, ahora ejecutivo de cierto nivel en una empresa industrial alemana, llegó a su apartamento de hombre soltero y sin compromiso, limitado a un solo dormitorio, pues para qué más. Venía cansado, harto de una semana que había resultado de verdadero agobio, pues los problemas en el departamento que dirigía, por esas cosas que a veces pasan, se habían acumulado inusualmente en aquella dichosa semana. De manera que, tan pronto estuvo en casa, se desprendió de la formal ropa del trabajo, traje completo, camisa y corbata, metiéndose seguidamente en la ducha, más que por otra cosa, buscando alivio al estrés que traía. Luego, se enfundó en una cómoda bata casera, de esas de raso símil seda, salió al salón, se sirvió un vaso de whisky y ...