1. Viaje al infierno (2)


    Fecha: 27/03/2018, Categorías: Primera Vez Autor: Barquidas, Fuente: CuentoRelatos

    ... se sentó tranquilamente ante la televisión, dispuesto a disfrutar de un fin de semana de absoluta tranquilidad, dedicado, más que nada, al descanso, según en él era habitual, pues no solía salir apenas por no decir que nada en absoluto
    
    Así estaba, hasta rendido a la somnolencia algo más que un pelín, cuando, de manera casi que sobresaltada, le sacó de su incipiente abstracción el timbrazo del teléfono al sonar repetidamente. Descolgó el teléfono, soltó el clásico “Dígame” o “Haló”, y una voz femenina preguntó
    
    Cuando Günter escuchó esa voz de mujer, se quedó un momento paralizado… ¡No podía ser!… Aquello no podía ser; su subconsciente debía estarle jugando algo más que una broma pesada
    
    Una risa fresca, franca, fue la inmediata respuesta que recibió a sus preguntas
    
    La conversación se cortó de golpe al colgar Galina Piotrovna, y Günter se quedó allí, junto al teléfono y con éste aún en la mano; inmóvil, como alelado… Por fin salió de tal letargo y lo que antes era pura pasividad se tornó indecible ajetreo. A toda velocidad se metió de nuevo en el cuarto de baño y, ansioso, se puso ante el espejo. ¡Dios, cuántas canas que ahora se vió!... ¡Y qué cara, toda ella surcada de arrugas! Se abrió la bata y olió para sus adentros; acababa de ducharse, pero le pareció no estar lo suficientemente limpio para recibirla…
    
    ¡Recibirla en su casa! ¡A ella, a Galina Piotrovna! Su amor, su delirio de tantos años; su delirio y, al propio tiempo, tormento permanente, pues la deseaba, ...
    ... la necesitaba a su lado más que a la comida para alimentarse; mucho, mucho más que al aire para respirar… Porque vivir sin ella, para él, Günter von Labnitz, era estar muerto en vida. De ese estado de exacerbada exaltación vino a sacarle el timbrazo en la puerta. Günter, desalado, corrió a la puerta a abrirla, ilusionado con volver a ver a aquella mujer que constituía todo el norte de su vida. La abrió y, debía ser su particular destino, pues se quedó, una vez más, de una pieza, por no decir que por entero alelado; con la boca abierta como un perfecto idiota
    
    Sí, allí, en la puerta ante él, estaba Galina Piotrovna, sonriéndole con sus dos hileras de, prácticamente perfectos, dientes. Pero no fue ella lo que le dejó en tal estado pues, como aquél que dice, poco más y ni la ve. Lo grande fue ver que ella no venía sola, sino acompañada de dos jovencitos, un chico y una chica de, más o menos, entre catorce y dieciséis años, y tan parecidos entre sí que semejarían ser idénticos.
    
    Pero lo que le dejó a cuadros fue comprobar que, en especial el muchacho, era clavadito a él mismo cuando andaba por los actuales años del mancebo. También la muchacha era muy parecida a él, a Günter von Labnitz, pero en ella se apreciaban también claros rasgos de Galina Piotrovna: Los verdes ojos de la joven, eran los de Galina, como también el negrísimo cabello; incluso la misma forma de caer hacia los hombros las ondas del pelo formando una no muy larga melenita… Como también de Galina era el óvalo ...
«12...131415...»