1. Viaje al infierno (2)


    Fecha: 27/03/2018, Categorías: Primera Vez Autor: Barquidas, Fuente: CuentoRelatos

    ... correspondió sacándole la lengua en un mohín de burla, y, dirigiéndose a Günter von Labnitz, dijo
    
    Salieron a la explanada que mediaba entre los edificios de la comandancia etc y los que conformaban las dependencias de la tropa y, emparejados, empezaron a caminar, paseando. La verdad es que en el comedor no hacía tanto calor como Galina dijera, en tanto que en la calle sí que hacía frío de más. Ella, al salir, se cubrió con un grueso abrigo de piel de foca, con un gran gorro de piel de oso en la cabeza, calado hasta cubrirle las orejas, amén de unos formidables guantes de piel de vacuno forrados por dentro con lana de borrego. El se echó por encima una prenda acolchada, firmemente aislante del frío, aunque no tan espectacular como la de la mujer. La cabeza se la cubría un típico gorro ruso de piel, con orejeras a los lados que podían bajarse y anudarse bajo la barbilla. Uno de esos gorros que, en fin, suelen cubrir las cabezas de los soldados soviéticos, y que forman parte de la uniformidad invernal del Ejército Rojo.
    
    La explanada apenas estaba iluminada por alguna que otra farola acá y allá, amén de algún rayo desprendido de los reflectores que iluminaban el recinto interior de los prisioneros como si fuera de día. Y más allá de los edificios exteriores, la gran, alta, empalizada exterior, que circundaba todo el campo. De trecho en trecho se levantaba la atalaya de una torre exterior de vigilancia, con sus centinelas, mucho más adormilados que despiertos al pie de ...
    ... las emplazadas ametralladoras. También estas torres disponían de reflectores, pero estos sólo se encendían cuando sonaban las sirenas de alarma.
    
    Y por allí, a cubierto de miradas indiscretas hasta donde eso era posible, paseaban los dos, el hombre y la mujer. Lo hacían en silencio, sin hablarse; casi se podría decir que sin siquiera mirarse. Así transcurrió un rato; ¿quince-veinte minutos?, ¿media hora?... ¿Más de media hora? ¡Quién establecería el tiempo! Desde luego, ni Galina ni Günter, pues tenían cosas mucho más importantes en que ocuparse. Cuando antes se dice que no se miraban, eso solo es aplicable a las miradas directas, abiertas, ojos sobre ojos, mas no a las miradas de soslayo, a hurtadillas, que sí que se producían, de manera que, realmente, ni un minuto habían dejado de mirarse; eso sí, cuando el otro no le veía o, al menos, eso parecía. Galina estaba en la gloria allí, junto a Günter von Labnitz, solos los dos. Muy juntos, sí, pero sin tocarse.
    
    Al cabo, Galina fue consciente de que Günter la estaba mirando directamente, sin ambages, y bajo aquella mirada fija ella se sintió desasosegada, perdiendo la seguridad en sí misma a marchas forzadas. Apenas había empezado aquello, el sentir sobre sí la mirada decidida, audaz, de él, las cosas se le complicaron cuando sintió que la mano derecha de él, tomaba la suya izquierda. Al momento, una corriente eléctrica le recorrió el cuerpo, desde las plantas de los pies hasta la mismísima punta del pelo, al tiempo que una ...
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