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El ascensor
Fecha: 28/03/2018, Categorías: Anal Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos
Espera!! - Aunque pueda resultar un tanto contradictorio, lo último que me apetecía después de casi dos horas machacándome en el gimnasio (aunque a partir de 60 € de mensualidad creo que se llama Gym) era tener que subir los siete pisos andando hasta mi piso. Así que al entrar en el portal y ver que se iba cerrando la puerta del ascensor lancé mi grito de auxilio, eso sí, acelerando el paso hasta un trote ligero en un gesto de cortesía para el ocupante del ascensor. - Gra... cias... - Joder, ya hay que tener mala suerte, mi salvador es el capullo del sexto, justo mi vecino de abajo con el que no me hablo salvo para intercambiar algún insulto de baja intensidad y miradas todas dignas finalistas de un concurso "pues yo soy capaz de mirarte peor aún". Cuando me mudé tuvimos unas discusiones muy fuertes por la fiesta de inauguración del piso con mis amigos. El muy imbécil hasta llegó a llamar a la policía. - De nada - Contestó el vecino con una voz tan fría que habría congelado un termómetro, de los antiguos de mercurio, no esas mierdecillas electrónicas de ahora. Capullo -Pensó. Encima el condenado estaba como un quesito y eso que debía tener ya sus años, pero bien cuidados... cuarenta y pocos. Fue lo que pensó la primera vez que lo vio y le alegro la vista. Un ligue potencial y justo en su edificio, para no tener que buscar lejos y además no le vio ningún anillo en los dedos. Pero todo eso había sido antes de su monumental bronca por el ruido de la fiesta. ¡Cierto ...
... que se le había ido un poco de las manos y que el vecino había subido varias veces para pedir que bajaran la música, pero de ahí a llamar a la policía! A pesar de su gélido saludo observó que le daba un buen repaso al entrar en el ascensor. No era para menos. A sus 37 años lucía unas curvas envidiables y la licra de sus mallas de gimnasio no las ocultaban precisamente. Sobre todo sus pechos de una generosa talla 100. Al ser verano llevaba además un top con algo de canalillo. El pobre hacia lo que podía para contener sus tetas, que era más bien poco y lucían apretadas y turgentes y siempre amenazando con desbordarlo. Más de uno y más de una paraban lo que estuvieran haciendo para desnudarla con los ojos cuando pasaba por las salas del gimnasio. No le importaba. Sabía el impacto habitual que producía su cuerpo y no le importaba lucirlo y alegrarle la vista a sus semejantes. - pues mira bien lo que no vas a probar, gilipollas- Las prisas por llegar a casa le habían decidido a no cambiarse de ropa y salir con las mallas y la chaqueta del chándal encima. No le gustaba exhibirse tanto en la calle, pero solo estaba a dos manzanas de su casa y tenía el tiempo justo para arreglarse y asistir a una cita organizada por una amiga. Ahora se alegraba de darle un buen espectáculo a ese capullo. Notaba su mirada discreta recorrer su canalillo, bajar por su cintura estrecha, recrearse en sus caderas anchas y descender por sus largas piernas con las mallas ajustadas como un guante marcando la ...