1. SOY PUTA (X). En la ciudad


    Fecha: 05/04/2018, Categorías: Confesiones Autor: ekaitza, Fuente: RelatosEróticos

    Hola, antes de nada voy a presentarme para quien no me haya leído aún. Me llamo Irati, tengo 28 años (soy del 80) y vivo en una gran ciudad de España, aunque soy de un pueblo del norte del país. Para ser sincera no soy una chica especialmente guapa, más bien del montón, y no tengo los pechos grandes, tengo más desarrollada la cadera con un culo carnoso y respingón que normalmente resulta atrayente a los hombres (de hecho es mi arma más recurrida cuando quiero cazar a un macho).
    
    Esta es la continuación de mi saga de relatos SOY PUTA, que aún no sé cuándo decidiré ponerle fin. Recomiendo que antes de leer éste, leáis los anteriores. También quiero agradecer la cantidad de lecturas que han tenido mis demás relatos, y cómo no los comentarios, tanto los halagadores como los críticos. A los segundos, acepto las críticas si éstas son constructivas, como ha venido siendo hasta ahora. Este es mi estilo, cuento vivencias a mi manera y supongo que evolucionaré como autora de relatos, al igual que ha evolucionado mi vida, quizá para bien, o quizá para mal. De todas formas nunca llueve a gusto de todos.
    
    En mi último relato (Conociendo a Juan) cuento cómo conocí a Juan, un hombre que más o menos me doblaba en edad y fue uno de mis clientes en el club. Tras varias visitas que me hizo, en las que echamos unos polvos tan tiernos como salvajes, yo acabé prendada de él, y él se encaprichó conmigo, tanto que me ofreció ir a la ciudad con él. Acabé aceptando su propuesta y me fui a la ...
    ... capital de la provincia, me instalé en su piso donde vivía él solo y me dediqué a las labores del hogar y a echar una mano en el disco-pub del que él era dueño. Los primeros meses todo iba genial, me fui adaptando a la vida en la ciudad. Por las mañanas yo me dedicaba a mantener la casa mientras él hacía negocios fuera, y luego por las tardes salíamos o trabajábamos en el bar. Los fines de semana yo tenía que trabajar también en el bar sirviendo copas, pero me lo compensaba llevándome de escapadas una o dos veces al mes a distintos lugares del norte de España, como Asturias, Cantabria, La Rioja, Navarra,… Mi vida había cambiado totalmente: cambié de aires, le era fiel a un solo hombre (aunque he de decir que su hombría contribuía mucho a ello), y tenía esa constante sensación de plenitud a la que muchos llaman felicidad. Sus amistades me trataban muy bien a pesar de mi juventud, y no tardé mucho en sentirme completamente integrada. A su familia no la conocía, pues él no era de allí, sino de otra parte de España, pero nunca tuve curiosidad: los dos teníamos en común ser proscritos de nuestras propias familias, y eso nos unía mucho.
    
    Yo al principio no sabía ni tenía curiosidad en saber en qué consistían esos negocios que tenía Juan por ahí, aunque esa curiosidad fue aumentando a medida que me fui dando cuenta de que vivíamos muy por encima de las posibilidades que nos podría ofrecer el bar, que aunque no nos iba mal, no me cuadraba que nos diera para tantos lujos: el piso donde ...
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