1. La casa de huéspedes - mulato


    Fecha: 06/04/2018, Categorías: Gays Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos

    Mario destacaba rápidamente en la casa de huéspedes por su don de gentes, manifiesto en su trato agradable y sencillo, que le pintaba a menudo una sonrisa en el rostro, sin que llegara jamás a estallar en carcajada. Siempre estaba dispuesto a escuchar, y ponía una gran atención en lo que se le estaba diciendo. Su mirada no era agresiva sino todo lo contrario. Incluso cuando estaba de malhumor sus ojos no perdían el aire de una mirada suave. Jamás le ví con el ceño fruncido. Su rostro estaba enmarcado por una cabellera negra, con el pelo encrespado que siempre al salir del baño formaba caprichosos rizos sobre la frente. Sus dientes blanquísimos contrastaban con el color moreno del rostro, prácticamente lampiño. Y esas cejas tupidas creaban un arco perfecto para sus ojos claros, dándole un aire tan masculino.
    
    Se notaba en el color de su piel la sangre negra que corría en sus venas, pero en el tono de sus ojos verdes brillaba una chispa de la raza europea, herencia de un abuelo distante. Era un mulato precioso con el cuerpo digno de una estatua romana. Alto, muy bien formado, con pectorales y músculos abdominales que sabían del ejercicio cotidiano. Una fina línea de vellos bajaba por su vientre, pero los brazos y las piernas estaban desprovistas de pelos, razón por la cual sus músculos se notaban brillantes cuando sudaba. A menudo andaba entre nosotros con un calzón de baño negro que cubría un poco sus muslos, pero no podía ocultar la dimensión de sus genitales y la ...
    ... curvatura de sus glúteos.
    
    Entre nosotros había una amistad muy cercana. Siempre me apoyaba en las discusiones que se armaban sobre cualquier asunto en la casa de huéspedes, y yo le apoyaba a él, que no era muy ducho en polémicas. Prefería rehuir las confrontaciones.
    
    A pesar de nuestra cercanía, nunca hubiera sospechado que pudiera existir entre los dos nexos más íntimos, que iba a gozar de experiencias inolvidables entre sus fuertes brazos oscuros, que nuestras pieles iban a confundirse en el frenesí de la pasión desbordada.
    
    Esto empezó una noche calurosa en la casa de huéspedes, en la despedida de fin de cursos, después de habernos tomado unas cuantas cervezas. La casa de huéspedes se había quedado con la mitad de la población, unas cuatro gentes en total, ya que los demás se habían retirado a sus lugares de procedencia un día antes, al finalizar las clases. Recuerdo claramente que estaba algo pasado de copas, así que me quedé en el cuarto de Mario, en tanto los otros dos compañeros de casa se pasaron a la habitación contigua. Mario se desvistió para dormir, quedándose en un slip de un blanco deslumbrante, aún bajo la suave luz de una lámpara displicente que alumbraba tenuemente la escena. Luego me preguntó si yo iba a dormir con la ropa puesta. Yo traía una playera de algodón con botones que olvidé desabrochar, con la emoción de ver su cuerpo casi desnudo tan cerca del mío. Burlándose de mí se acercó todavía más para ayudarme con la prenda. La proximidad de su cuerpo a ...
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