1. El primer marica que follé hasta cansarme


    Fecha: 30/04/2018, Categorías: Gays Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos

    Mi primera vez con un marica
    
    Fue el año pasado, a finales de febrero, en el parador de Turismo situado junto al mar, cerca de Mojácar. El sol estaba radiante y la temperatura templada, impropia del invierno. Sin embargo, quizá por las fechas, había muy poca gente, algunas parejas de edad, y pensé que mi pequeña escapada no iba a ofrecerme muchas aventuras. Había llegado al parador por la noche, solo, tras dejar a mi mujer y mis hijos en Madrid con pretexto de un viaje de trabajo. Tenía ganas de una aventurilla y siempre he tenido suerte para ligar en los viajes, unas veces con mujeres igualmente ansiosas de un buen revolcón, en otras ocasiones, claro, con la cartera por medio. Me llamo Enrique, tengo 54 años, un físico muy viril, algo grueso por mi afición a la buena mesa, y conservo una musculatura envidiable, fruto de mis años jóvenes como maestro de obras y luego, desde que la buena fortuna me permitió tener mi propia constructora, del gimnasio y la práctica intensa del tenis. Mi cuerpo fuerte y velludo, y cierta agresividad en mis gestos, tiene éxito con las mujeres.
    
    Aquella mañana me levanté un poco tarde y después de desayunar decidí tomar un poco el sol en la zona de la piscina. Aquí y allá, muy repartidas por el amplio espacio que rodea la piscina, tres o cuatro parejas mayores. Si quería aventura, iba a tener que buscarla en alguno de los bares de alterne de la zona. Escogí una tumbona bien situada, me quité el albornoz y en bañador me puse a disfrutar del ...
    ... tibio sol almeriense, quedándome algo adormecido.
    
    Un rato después, el ruido de alguien que se acomodaba cerca me hizo abrir los ojos. En una tumbona a tres o cuatro metros de la mía acababa de sentarse un tipo curioso, que ahora se daba crema bronceadora por el cuerpo y las piernas, con movimientos lentos y suaves. El hombre estaría más cerca de los 50 que de los 40 años, pero tenía un cuerpo delgado, terso, muy moldeado, de aspecto increíblemente juvenil, cintura breve, piernas muy femeninas y de muslos torneados, vientre plano... y ni rastro de vello sobre una piel lisa y dorada. Por toda ropa llevaba un reducidísimo tanga que dejaba al descubierto sus ingles igualmente depiladas... y que solo podía tapar un aparato genital bien pequeño.
    
    Era sin duda un marica muy femenino, de facciones suaves, muy ligeramente maquillado en los ojos y los labios, y completaba su atuendo con una esclava de finos eslabones dorados en el tobillo derecho y una finísima cadena de oro en la cintura. Los cabellos, de largos rizos a mechas rubias y castañas, me dieron la impresión de que eran una bonita peluca colocada sobre su propio pelo, seguramente menos insinuante. Mientras le observaba, terminó de darse la crema y se estiró lánguidamente boca arriba en su tumbona, sobre una toalla de color rosa intenso, en una postura muy de mujer, de objeto sexual ofreciéndose.
    
    Como todos los hombres, yo me tirado de vez en cuando algún travesti de grandes tetas de silicona y trasero bien desarrollado ...
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