1. El autobusero


    Fecha: 17/05/2018, Categorías: Gays Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos

    ... que estaba rematada por una bola negra. La barra estaba tan pintada y desconchada como el resto de la carrocería y partes del interior del vehículo. Algunos de ellos tenían una tapa de escai sobre la tapa del motor, algo así como los tapetes que mi madre ponía encima de las mesas y de las cómodas para que se viera la madera de la peor calidad que había debajo. O eso me imaginaba yo.
    
    Aquel día era mi cumpleaños. Volvía de estar con unos compañeros del colegio jugando al fútbol en el patio. La competición de todos los sábados. Un día como otro cualquiera, pero yo sabía que estaba cambiando y que estaba pasando una frontera. El conductor de aquel autobús era un tipo rudo, agitanado, musculoso, con la cara redonda y el pelo ensortijado. Vestía una camiseta que le ajustaba los brazos que parecía que fueran a estallar, y unos vaqueros ya gastados pero que al igual que los brazos resaltaban las curvas de unas piernas anchas y fuertes. No se me olvidará mientras viva, el espejo retrovisor interior, el que usaban los conductores para observar a los pasajeros y sobre todo para saber si habían acabado de bajar en las paradas, desde donde yo estaba reflejaba exactamente su paquete, que con lo ajustado del pantalón que vestía, parecía una bola aprisionada entre sus piernas, y al igual que el resto de su anatomía, que fuera a estallar en cualquier momento.
    
    De todas maneras, la agilidad y la destreza con la que movía piernas y brazos para dominar aquel cacharro le daban un aire de ...
    ... prestidigitador, de domador, y yo estaba allí contemplándolo, imaginando que yo lo estaba haciendo, poniéndome en su lugar, lo que yo podía llegar a ser algún día, el conductor de un autobús de la periferia de una gran ciudad. Pero me podía más la visión de su paquete, reflejado en aquel espejo curvo. El autobús resoplaba, se agitaba con el motor al ralentí y bastante quieto gracias a la fuerza que ejercía el conductor sobre el pedal.
    
    El semáforo se puso en verde, y aquí comenzaba de verdad la prueba de fuego para él, evitar que el autobús se fuera hacia atrás, conseguir hacerle llegar par motor a las ruedas de manera que el motor consiguiera mover todo el peso del vehículo, porque si no, podría rodar la cuesta hacia abajo, marcha atrás, y entonces todo se complicaba, tendría que maniobrar, o quién sabe, le podría dar a algún coche que viniera.
    
    Desde donde estaba podía ver el sudor en su frente, podía sentir la concentración que necesitaba para sincronizar a la perfección las simples acciones de soltar el freno de mano, engranar la primera marcha, desembragar con rapidez y acelerar el motor lo suficiente para evitar que se calara, o que no saliera hacia delante, o yo qué sé. Parecen acciones simples ahora, ¿verdad? En aquel tiempo no lo eran, y mucho menos con aquel autobús.
    
    Pero él lo hizo a la perfección, y el motor dejó de agitarse y resoplar, y con un pequeño estruendo fue moviendo el autobús poco a poco, acelerando cada vez más, suavemente, para evitar quemar el ...