Con el camionero puta por un día
Fecha: 18/07/2017,
Categorías:
Sexo con Maduras
Autor: insaciable, Fuente: CuentoRelatos
A pesar de ser una mujer felizmente casada y sexualmente satisfecha, debo reconocer que, en el fondo de mi ego, muchas veces me asaltaba la idea de mantener relaciones con otros hombres ya que mi vagina sentía que necesitaba más vergas.
Aquella mañana me desperté especialmente motivada. Mi marido, como es habitual, ya se había marchado a trabajar, lo cual era una verdadera lástima ya que en caso de que hubiera estado en la cama a mi lado, le habría hecho el amor con verdadera lujuria, aunque, por otro lado, nada de lo que voy a contaros hubiera sucedido.
Estuve un buen rato despierta sin levantarme de la cama. Mi mente comenzó a recrearse en fantasías eróticas y, poco a poco, me fui calentando yo sola. Hasta tal punto fue el calentón que estuve a punto de tener que masturbarme, pero los pensamientos eróticos fueron cediendo por la presión que ejercían los asuntos rutinarios del día, sobre todo de uno en particular: ¿Qué prepararía hoy de comida?.
Hacía un precioso día de primavera. El sol brillaba en lo alto, no había ni una nube y la temperatura era muy agradable, ninguno de mis hijos estaba en la casa y regresaban hasta la noche. Después de desayunar elegí la ropa que me pondría para bajar a la compra. Más tarde tome una ducha, me maquillé y comencé a vestirme. Mientras lo hacía, nuevamente sobrevinieron a mi cabeza pensamientos eróticos. Entonces se me ocurrió algo excitante. Ese día bajaría a la calle sin bragas ni sujetador. Debo decir que a pesar de tener ...
... ya cuarenta y cuatro años aún conservo mis pechos bastante erguidos, y cuido mi cuerpo con asiduidad, por lo que soy bastante resultona. Sobre mi cuerpo recién duchado enfundé directamente una blusa de color rosa pálido, bastante escotada, y unos vaqueros ceñidos. Por último me calcé unos zapatos negros de tacón y salí a la calle. Mi marido y yo vivimos en un barrio de la periferia, cercano a una zona industrial de caña de azúcar. Es un barrio fundamentalmente obrero y por las mañanas hay muy poca gente en la calle, ya que casi todo el mundo se encuentra a esas horas trabajando. Al girar la esquina de la calle que conduce hacia ese sitio me encontré con un camión enorme estacionado en la sombra de unos árboles. En el interior del mismo se encontraba sentado un hombre robusto de unos cincuenta años, que, a juzgar por la expresión de su rostro había pasado la noche durmiendo en el camión y se acababa de despertar. Eran poco más de las nueve de la mañana.
Al pasar al lado del camión, el conductor comenzó a silbarme jocosamente. Yo me hice la tonta y seguí mi marcha sin volver la cabeza, pero el camionero seguía intentando llamar mi atención. De pronto, nuevamente mi fantasía y el recordar que no llevaba ropa interior, hicieron que un hormigueo nervioso me recorriera los muslos. Entonces comencé a pensar que pasaría si me volviera hacia el camionero y le dirigiera una mirada lasciva. Mis nervios iban en aumento, y el corazón se me salía del pecho cada vez que consideraba esa ...