EN UN MUNDO SALVAJE (3)
Fecha: 19/05/2018,
Categorías:
Incesto
Autor: Anónimo, Fuente: SexoSinTabues
... Juan, aún le dio dos, tres, puede que cuatro envites más antes de desplomarse, como toro apuntillado, sobre el desnudo cuerpo de su adorada mujercita, descansando su rostro, de costado, entre los senos de Ana, mientras ella, toda amorosa, le acariciaba suave, dulcemente, el pelo. Así pasaron minutos y minutos, con los dos esforzándose en recuperar el ritmo normal de su respiración, pulsaciones etc. , sin hablar, sin besarse, casi, casi, sin acariciarse siquiera, ocupados ambos en recuperarse, al menos, mínimamente, pues su estado, al término de la violenta tormenta amorosa, era más que depauperado Por fin, medio restablecidos, se unieron en un beso que lo era todo, todo: El amor, el cariño conyugal más tierno, más dulce, más rendido, enamorado, pero también la pasión más ardiente, más tórrida, el más encendido deseo de amar y ser amado, ser amada. Así estuvieron otro rato, más corto o más largo, pues ni ellos mismos supieron cuánto duró esa fase de rendido amor entrambos. Al fin acabó, quedando ambos abrazados, íntimamente abrazados, fuertemente enlazados, él a ella, ella a él. Y fue entonces, mientras todavía, a veces, volvían a besarse, que las palabras entre ellos volvieron a su fluidez – Mi vida, marido mío; no vuelvas a dejarme, a desaparecer, mi amor; no vuelvas a hacerlo. Lo pasé muy mal pensando que, tal vez, no volvería a verte, no volvería a tenerte. Sí, amor mío, lo pensaba, muertecita de miedo que, finalmente, fuera así; que cometieras una tremenda locura… ¡Y ...
... por mi culpa, además!. – No temas, mujercita querida, amor mío; no volverá a pasar. Nunca, ¿me oyes?, nunca volveré a hacerlo; nunca volveré a dejarte, a separarme de ti. Y sí, mi amor, a punto estuve de hacer la locura más grande de mi vida, pero en el último minuto, reaccioné, rectifiqué, y, finalmente, nada grave pasó; me libré de él, no permití que me matara, como en principio buscaba; fue por ti, porque en tal momento, en ese instante supremo, lo comprendí todo: Que para ser dichoso, disfrutar la vida, me basta con tenerte, sentirte a mi lado, toda amorosa, toda tú hecha amor por mí, enamorada de mí hasta lo más hondo de tu ser, luego qué narices importa si por unas horas deba compartirte con “Él”, si todas, todas, las demás del día eres, mía; mía nada más, mía en cuerpo y alma. Sí, alma mía, al fin entendí, comprendí, que simplemente por disfrutar de tu inmenso amor vale la pena vivir la vida. Ana miraba a su marido como embobada en él, sin apartar de él sus ojos, subyugada por su maridito de su alma. Al fin, se movió para, alzando la mano, acariciarle mimosa el rostro, las mejillas, el pelo, mojándole por finales los labios con sus labios, su lengua, en acto pleno de ternura, de cariño, de profundo, rendido amor, abrazándole con la misma dulzura, la misma ternura con que le besara – Mi amor, me encanta oírte, pues es tu inmenso amor lo me que habla, pero, ahora, escúchame a mí. Ya no tienes por qué preocuparte, amor mío, vida mía, pues lo de Yago y yo ya no existe. Se ...