EN UN MUNDO SALVAJE (3)
Fecha: 19/05/2018,
Categorías:
Incesto
Autor: Anónimo, Fuente: SexoSinTabues
... digo a ti: En tus palabras latía, y de qué manera, ese tremendo, infinito, amor que para mí atesoras… Es maravilloso, mi Ana adorada, que tras años y más años aún me ames, me quieras, como me amas, como me quieres… Y que yo ame, te quiera en la medida que lo hago… Maravilloso, divino, de verdad, es eso… – Sí, cielo mío; divino, maravilloso, que aún nos queramos, nos amemos así… ¿Desde cuántos años ya, mi amor? Juan sonrió a su mujer, beatífica, casi seráficamente, al responderle – Al menos, veintisiete – Sí, mi amor, mi vida; casi más de veintisiete años desde aquella nuestra primera noche…nuestra primera vez… ¿La recuerdas aún, cielo mío? – Pues claro que sí; cómo no la voy a recordar. Es inolvidable; la noche, los momentos, más felices de mi vida. De nuestra vida, diría mejor. No porque hayan sido los únicos, que noches, ratos…mañanas y tardes inolvidables, divinas, únicas, ha habido muchas, muchas, desde aquella nuestra primera vez, nuestra primera noche, pero esa es especial, diferente, más inolvidable que ninguna por eso. precisamente, porque fue la primera. – Sí, mi amor; sí. Así es. Muchas otras noches, veces, me has hecho mucho, mucho más que feliz, dichosa, pero como en aquella nuestra primera vez, primera noche que nos amamos, que dormimos juntos, bajo las estrellas del cielo, ninguna. Y sí, como bien dices, porque fue la primera de todas las que le siguieron desde entonces hasta hoy, hasta ahora mismo…Y las que seguirán, mientras Dios nos mantenga la vida. Por ...
... cierto, amor, que menos mal que me decidí a tomar “al toro por los cuernos”, yéndome a ti en plan “Ahora o nunca”, dispuesta a violarte, como por finales pasó, que me “la” tuve que meter yo misma, pues tú no hacías más que decirme que estaba loca… ¡Pues eras de un paradito, que ya, ya. Y sí, loca estaba, pero por ti, querido mío. Lo mismo ella que él, callaron, limitándose a mirarse los dos a los ojos, con todo el amor que se tenían vívido en sus óculos; con toda la ardiente pasión, el tórrido deseo, que les unía en esos dos pares de luceros que Dios o la Naturaleza, les dio. Así estuvieron, minutos y minutos, mirándose, besándose, acariciándose, hasta que Natura volvió a intervenir, llevándoles a unirse, de nuevo, una y otra, y otra vez, en esa intimidad conyugal que une, más y más, al hombre y la mujer enamorados, al marido y la esposa, en unión presidida por algo así como cruce de signos, los de Hera/Juno-Afrodita/Venus, en perfecto maridaje ambos. Así fue transcurriendo aquella madrugada o, mejor dicho, su última mitad, más parte de la mañana que le siguió, amándose a ratos, recuperando energías otros, entre dormitando y, simplemente, besándose acariciándose, hasta que, con la mañana ya avanzada y el sol luciendo a todo lucir en el firmamento, como único dueño y señor de la celeste bóveda, los dos acabaron por rendirse a los dulces brazos de Morfeo que, solícito, les acogió en su seno, donándoles el, para ellos, tan necesario apacible descanso. Era ya bastante más allá del ...