La confesión
Fecha: 20/05/2018,
Categorías:
Incesto
Autor: Quique., Fuente: CuentoRelatos
La Iglesia era nueva. Sin ostentaciones. Tenía un modesto altar, detrás del altar, en la pared, colgaba un gran Cristo. Tenía las imágenes de san Roque, en un hueco de la pared, a la izquierda, así como se entraba, y a Santa Marta y a Santa Eulalia, la patrona del pueblo, en dos huecos a la derecha. Una alfombra roja cubría el pasillo hasta llegar a los tres escalones de mármol que llevaban al altar. Tenía dos docenas de bancos, el confesionario, a la derecha del altar, la sacristía, y poco más.
El cura era un hombre de unos cuarenta años, alto, delgado, de pelo cano. Vestía una sotana que no estaba ya para muchos trotes. Iba dos veces por semana al pueblo en bicicleta. El domingo a decir misa y los miércoles a confesar.
El cura le cayó bien a todas y a todos después de saberse lo de la bicicleta. Os cuento, ocurrió que el primer día que el cura fue a decir misa se quedó sin frenos en la bicicleta bajando la cuesta que llevaba al pueblo.
El cura, al ver que se iba a dar un trompazo de campeonato, avisaba a la gente para que se apartase.
-¡¡Voy sin frenos, voy sin frenos!!
Una vieja, enlutada de los pies a la cabeza, que iba a misa, al ver que iba lanzado hacia la taberna, le dijo a otra vieja que vestía como ella y que la acompañaba:
-¡Qué descaro! Va sin frenos para la taberna. ¡Qué cura nos mandaron!
La otra vieja se persignó, y dijo:
-A un borrachiño, Amalia, nos mandaron a un borrachiño.
La rueda delantera de la bicicleta del cura chocó con el ...
... peldaño que había delante de la taberna del pueblo. El cura salió disparado. Era verano, no llevaba calzoncillos. Al dar una vuelta de campana en el aire se le vio la verga. Una verga larga, gorda y descapullada. Aterrizó con el culo.
El cura, sentado en el suelo frente al mostrador de la taberna, y agarrando una cadera, exclamó:
-¡¡Que ostia, Dios mío, que ostia!! ¡Para haberme matado!
El tabernero, un sesentón, gordo, colorado de cara, bajito, con boina, y con un mandil blanco manchado de vino tinto, le preguntó:
-¿Le pongo algo?
-De pie, ponme de pie.
Al día siguiente, por las viejas, ya toda la aldea sabía que el cura tenía una buena verga.
La primera en confesarse fue Patricia, una joven de 20 años, bruta, muy bruta, que vivía en un monte, a unos dos kilómetros del pueblo. Patricia era morena, de cabello negro, largo, recogido en un moño, con unos ojazos azules. Un metro setenta de estatura, 90 kilos de peso. Sin un kilo de grasa. Con tremendas tetas y tremendo culo, muy guapa. Se confesaba en miércoles porque en domingo el cura tenía que decir misa en tres pueblos más.
-... Cuéntame tus pecados, hija.
-Mejor pregunte, jefe.
-No debes tratarme de jefe. Trátame de padre. Soy el padre Esteban
-No lo esperaba, pero ya que estamos de confesiones, le confesaré que yo no soy madre de milagro, con lo que llevo follado...
-Yo no tengo relaciones carnales, hija, lo de padre es como me dice la gente.
-Las malas lenguas.
-No. Es una forma de ...