Buscá en otro lo que no te doy, pero no me mientas
Fecha: 29/09/2021,
Categorías:
Erotismo y Amor
Autor: suruminga, Fuente: CuentoRelatos
... entregas. Sin que falte ningún accesorio y con programas originales”.
- “Señor, no conozco ningún empleado Giménez.”
- “Ingeniero, no hagás que te lo repita. El Feo se llama Euclides Giménez. Entendiste?”
- “Sí, señor”
- “Hijo, dejale a la secretaria el número de tu teléfono para llamarte mañana a ver si está todo bien.”
- “No tengo teléfono, señor.”
- “Cómo que no tenés teléfono. Qué hacés con tu sueldo si sos soltero y vivís con tu tío?”
- “Lo divido en cuatro, dos partes para mi tío solventando mi estadía, una parte para mis padres, y una parte para mis gastos. Con eso no me alcanza para comprar un aparato y pagar la línea.”
- “Has escuchado Samuel?”
- “Sí Benito.”
- “Y entonces, qué te pasa. Estás distraído, sos amarrete, qué ocurre. No escuchaste que no tiene teléfono?”
“Perdón, ya entendí. Euclides mañana la secretaria de Benito va a tener un aparato para vos.”
- “Samuel, no quiero pensar que te estás olvidando de la línea.”
- “No, por supuesto, de ahora en adelante yo cubriré el gasto.”
Otra manifestación de la buena suerte, no importante pero sí altamente placentera, fue conocerla a Julia, una joven de 19 años, la luz de los ojos de su papá, probablemente la más hermosa de la universidad.
Esta relación, a todas luces incomprensible, fue fruto de algunas coincidencias. Una se dio cuando le llamó la atención mi fealdad y, al preguntar quién era, le contaron entre otras cosas que mi nota más baja de estudio era de nueve. ...
... Otra resultó su extrema disposición a la vagancia junto con la exigencia paterna de estudiar algo que le permitiera desempeñarse en puestos importantes de su empresa. La combinación de ambas y su sentido práctico generaron una contraprestación de servicios, yo le hacía todos los trabajos que no eran presenciales y ella se avenía a una sesión semanal de sexo. Al final, lo que parecía ser una obligación desagradable para esta mujercita, devino en algo muy placentero pues, como dicen los criollos, la hacía bellaquear.
Por cosas del azar nuestros sexos eran asombrosamente complementarios. La profundidad y diámetro de su vagina resultaban levemente inferiores a la longitud y grosor de mi pija, resultando que la fricción de entrada y salida suponía un equilibrado deleite, donde la expansión producida por el intruso era devuelta en modo de presión envolvente.
Las dos primeras veces fueron placenteras pero matizadas por tanteos, buscando las zonas sensibles, la presión adecuada para cada una, los signos faciales para detectar el estímulo apropiado y otras cosas que sería largo enumerar.
La tercera vez fue algo glorioso. Después de las caricias preliminares y un buen orgasmo, mientras le comía la conchita, me pidió que la dejara manejar la acción, a lo que accedí.
- “Cuando te diga, entrá nada más que la cabecita y luego quedate quieto”.
Se puso en cuatro sobre el piso alfombrado al costado de la cama y me instó a hacerlo. Al ubicarme de rodillas percibí que la suerte de ...