Las desventuras de un cornudo paralítico
Fecha: 05/10/2021,
Categorías:
Infidelidad
Autor: Jos Lira, Fuente: CuentoRelatos
... ayudas a Sofía con las compras de la casa, y que constantemente la acompañas a realizar los mandados y trámites que necesitamos por mi enfermedad.
—Dicen que los amigos de verdad se conocen en la enfermedad, Fede, y yo siempre estaré para ti, para Sofía y para Sol.
—Gracias, amigo mío, muchas gracias. No entiendo cómo, a tu edad, no has encontrado una buena compañera de vida si eres tan buen mozo, trabajador y atento.
Aníbal sonrió, y Federico no logró encontrar ese atisbo de frialdad que escapó del gesto del que consideraba el nuevo ángel de su familia.
Aníbal, a sus 38 años de edad, era un hombre de apariencia chulesca, pero se desenvolvía como alguien bastante formal y educado. De hecho el hombre tenía todo el derecho del mundo de sentirse así, un chulito y guaperas, ya que en verdad lo era. A Sofía le pareció tan atractivo y varonil desde el primer día que se conocieron, que tuvo un orgasmo visual tan solo con contemplarlo. A Sofía le parecía que Aníbal era una antítesis de su marido tanto en forma como en trato. El empleado y amigo de su marido medía 1.91 metros de estatura (a diferencia de los 1.73 de Federico), tenía unos brazos y pectorales musculosos y gruesos que se marcaban en sus camisas ajustadas; y cómo no, si su hobbie favorito era pasar sus ratos libres en natación, donde día a día acentuaba sus fibrosos músculos como nunca lo conseguiría hacer Federico ni siquiera en sus mejores años.
Sus ojos eran de un chocolate intenso que brillaban aún ...
... más con el marco de sus pestañas espesas y esas cejas abundantes que le daban a su rostro un aspecto de macho seductor y sombrío. Sus rasgos violentos y remarcados robaban las miradas de todas las mujeres, incluida Sofía. Sin duda la presencia de Aníbal en esa casa convirtió el destino agónico de familia de Federico en un momento de entretenimiento y alegría; o al menos lo era para Sofía y la pequeña Sol.
Con un poco de regalos y gracias, Aníbal consiguió ganarse el cariño de la pequeña Solcito, como él la llamaba de cariño, por lo que la estancia de ese buen joven era bien vista por Federico.
—¿Entonces, Aníbal? —Le insistió Federico aferrándose a la manija de la silla de ruedas con desesperación—. ¿Aceptas mi propuesta? ¿Aceptas tomar mi lugar en el corporativo?
Aníbal tragó saliva, enarcó una de sus espesas cejas y caviló unos segundos la proposición de su jefe.
—Dame esta noche para pensarlo, Fede, por favor.
—Ya, ya, como tú quieras. Pero de una vez te advierto que no aceptaré un no por respuesta.
Aníbal sonrió. Se levantó del sofá y se dirigió hasta la silla de ruedas de Federico.
—Ya te tocan las pastillas de las siete de la tarde, Fede. Sofía ha ido por Sol y me ha dejado encargado que te las suministre.
—Ah, esas pastillas amarillas de mierda saben terrible, ¿sabes? Y me provocan tanto sueño que enseguida me quedo dormido.
—Es por tu bien, Fede. Te calmarán el dolor.
—Durmiéndome… —se resignó el desahuciado dejándose conducir hasta su ...