1. Las desventuras de un cornudo paralítico


    Fecha: 05/10/2021, Categorías: Infidelidad Autor: Jos Lira, Fuente: CuentoRelatos

    ... habitación, que por fortuna, desde el día que concibió la construcción de esa enorme casa, la planeó en la primera planta—. ¿Quién iba a pensar que un día me sería útil tener la recámara matrimonial en la primera planta y no en la segunda, como muchas veces me recriminé?
    
    Aníbal se quitó su saco de sastre para poder maniobrar el cuerpo de Federico, a quien cogió como un muñeco de trapo y lo levantó con facilidad de la silla para depositarlo en la cama. Federico se sintió humillado; de hecho siempre que Aníbal lo maniobraba de un lado a otro (ya fuera para subirlo al vehículo o para llevarlo al baño), lo hacía con tal destreza y facilidad que Federico se sentía un pedazo de carne; un pequeño juguetito de esos con los que se divertía Solcito.
    
    En el fondo Federico envidiaba a Aníbal, ¿por qué su empleado era apuesto, fibroso, fuerte, y hacía suspirar a las mujeres al verlo pasar?
    
    Por suerte Sofía solo lo veía como un gran amigo; tal vez como su hermano, y Aníbal la respetaba. Sí, desde luego, a ojos de Federico, Aníbal era un tipo respetuoso que no merecía ser envidiado en secreto por él.
    
    Aníbal le suministró el medicamento a su jefe y de pie, contemplando el saco de huesos en lo que el poderoso y orgulloso Federico Betancourt se había convertido, lo vio sumirse en un sueño profundo del cual no despertaría hasta dentro de 18 horas después.
    
    ¿Quién se iba a imaginar que luego de tantas humillaciones, regaños y gritos que Aníbal había sufrido por parte del arrogante ...
    ... y presumido de su jefe desde el primer día que fue contratado en el despacho, ahora le estuviera proponiendo quedarse al frente de su empresa?
    
    —Pobre de ti, querido Fede; cuánto te compadezco, en verdad —musitó Aníbal con una sonrisa.
    
    Dos cuartos de hora después, Aníbal le contaba a Sofía, en esa misma habitación, lo que había conversado con su esposo.
    
    —¿Estás seguro de que podrás con el paquete? —preguntó la hermosa mujer con un hilo en la voz.
    
    —Siempre desee tener mi propio despacho contable, Sofía, lo sabes bien, pero no a esta costa —contestó Aníbal con los ojos cerrados, jadeando—. No a costa de mi buen amigo Federico, que cada día se muere.
    
    —Pero él está confiando en ti, Aníbal, no puedes decirle que no a su ofrecimiento. Te necesita, te necesita demasiado —dijo ella con agitación.
    
    —Es que me duele tanto, Sofía, me duele tanto verlo así. ¿Cómo podré estar al frente de una empresa que él levantó desde hace veinte años, disfrutando de una jefatura que siempre soñé? Viendo cumplidas mis fantasías de ser el amo y señor de una empresa que a tu marido le costó.
    
    —No tienes que sentirte mal por ello, Aníbal. Te lo has ganado a pulso; tu lealtad hacia él te ha dado tal honor.
    
    A Sofía le lloraban los ojos mientras decía aquello; apenas si podía continuar hablando.
    
    —¡Pero es que tú no lo entiendes, Sofía; yo seré muy feliz siendo el dirigente principal del despacho! Mi ego se verá por fin colmado de un gran éxito. Ganaré casi cinco veces más de lo que ...
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