El pacto
Fecha: 30/10/2021,
Categorías:
Dominación / BDSM
Autor: Elmandalorian, Fuente: CuentoRelatos
... –dijo Gabriel, sereno, invadiendo cada vez más el espacio de Rebeca–. El juicio probablemente esté perdido, y todo gracias a ti.
Se sentó de cuclillas frente al sofá, quedando casi a la altura de Rebeca. Agachado y pensativo, le acercó el rostro a la oreja, como para que escuche su respiración. Ella tragó saliva sin voltear un ápice la cabeza. Gabriel abrió la boca para decir algo más pero se arrepintió. Su cerebro ya estaba cansado de las palabras, y una pulsión primal empezaba a recorrerle el cuerpo.
Levantó su mano derecha y la posó sobre la espalda baja de Rebeca. Ella sintió un escalofrío seguido de un espasmo involuntario que provocó una sonrisa altanera en él. La mano robusta de Gabriel subió lentamente por el surco de la columna, acariciando la piel estremecida con suavidad. Al llegar a la nuca, Rebeca cerró los ojos y lo disfrutó. Pensó en un instante en los besos y las caricias tiernas de los enamorados, y en el romance y la dulzura con que se tocan los amantes compasivos. Pero Gabriel tenía otros planes. Con sus dedos largos y decididos, penetró en los cabellos de Rebeca hasta llegar al cuero cabelludo, luego sujetó firmemente los mechones de pelo y contorsionó la muñeca para asegurar el agarre. Una vez consolidado el control, ejerció con violencia un tirón hacia atrás. Rebeca se incorporó en contra de su voluntad, apoyándose sobre sus codos. Abrió los ojos de nuevo y se encontró mirando el techo con el rostro completamente hacia arriba.
Su respiración ...
... se aceleró, sus manos se aferraron al sofá para ayudarla a mantener el equilibrio y estiró su cuello al límite para absorber la tensión en la cabeza. Permaneció así unos momentos, en la contradicción de resistirse por instinto y al mismo tiempo saber que no tenía sentido. Sin embargo, a pesar de sus esfuerzos por tolerar la agresión inicial, otro dolor empezaba a atormentarla de a poco. Era su pecho izquierdo. La otra mano de Gabriel lo había atrapado y empezaba lentamente a aplicarle presión. Tenía atenazado el pezón frágil entre el índice y el pulgar. Lo giraba, apretaba y retorcía a gusto. Jugaba con la teta indefensa de Rebeca como un depredador que se entretiene con el cuerpo abatido de su presa aun sabiendo que está viva.
Gabriel acercó su rostro cada vez más al de Rebeca, que abría la boca con desesperación pero no emitía ningún sonido. Él sabía que sus manos eran demasiado grandes, demasiado fuertes y crueles para las pobres tetas de ella, y pretendía arrancarle un grito. Una exclamación pura y descarnada de dolor que dejara en claro su sumisión por él. Pero Rebeca no quería darle el gusto tan fácil, se negaba a la idea de que fuese sometida solo con una mano en el cabello y otra en el pecho.
Gabriel se dio cuenta que se resistía a gritar, y tomó esta rebeldía como una insolencia. Se mojó los labios para hablar y mostró una expresión tan sádica en su rostro que atemorizaba.
–La mujer más brillante que conozco –dijo enojado–, es, en este preciso momento, una ...