1. La merienda


    Fecha: 16/11/2021, Categorías: Sexo en Grupo Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos

    Me gustan los hombres dominantes. Me gusta dejarme llevar, que la otra parte tome la iniciativa, llegando incluso a una actitud que roza la obediencia.
    
    Ésa fue la respuesta a la pregunta que, tras un par de vermuts, me hizo él. Estábamos en el bar en el que habitualmente coincidíamos desayunando, y en el que esta vez coincidíamos por la tarde, a la salida del trabajo, junto al grupo sorprendido por la tormenta que hacía tiempo esperando que amainase. Habíamos llegado a saludarnos con el tiempo, pero ninguno de los dos sabía el nombre del otro, y al tropezarnos en la barra para pedir un café reconfortante, reímos y me sugirió compartir mesa en el abarrotado local. El café llevó a las espirituosas, y el agotamiento de los temas de compromiso, a la pregunta picante.
    
    Era atractivo, tal vez algo más joven que yo, y a pesar del cariz indiscreto que estaba tomando la conversación, el calor del alcohol empujó la respuesta sin problemas.
    
    - A mí me encanta morder - respondió.
    
    Un calambrazo en el bajo vientre me confirmó que me encantaría sentir unos dientes en algún sitio que otro de mi geografía corporal, y bajé la cabeza sonriendo. La lluvia había cesado, y me incorporé.
    
    - Creo que amaina. Más vale que aprovechemos para correr antes de que vuelva el chaparrón, no crees? - Me abrochaba el abrigo mientras miraba hacia la puerta, todavía continuamente abierta por el trasiego de entradas y salidas - Déjame invitarte a la "merienda", por favor -. Saltó como un felino ...
    ... adelantándome en el camino hacia la barra, y tiró el platillo que contenía la cuenta con el correspondiente pago, girando sobre sí mismo y sonriendo triunfal: - Ni hablar, es el pago por tus secretos - sonrió travieso, haciéndome ruborizar, algo nada usual.
    
    - Bien, pues gracias. Nos vemos pronto, imagino - sonreí y giré hacia la puerta, pero la aglomeración me obligó a parar en seco. Se acercó a mi espalda, mucho más de lo necesario, y empezó a recorrer pegado a mí a pequeños pasos la distancia a cubrir hasta la salida. Rozaba mi pelo con su mejilla, y en un momento dado rozó también mi cuello. Me electrificó. El deseo corrió como un relámpago por mi cuerpo, anhelando más contacto. Imagino que lo hizo de manera totalmente consciente, porque de inmediato se retiró hacia atrás, evitando tocarme. La frustración me pedía un giro de cabeza pidiendo más, pero el autocontrol por lo público de la situación acabó ganando la batalla.
    
    Llegamos a la puerta e interpreté su expresión como una propuesta traviesa, esperando que yo diera el paso siguiente al que no me decidía por no estar completamente segura de lo que acababa de pasar. Pero le deseaba. Quería que me follara. No soy buena tomando la iniciativa, y esperaba expectante una acción por su parte. Finalmente, con nuestras miradas fijas e inspirando hondo, sentí su mano en mi nuca estirando fuerte hacia atrás el nacimiento de mi pelo mientras se acercaba a mi oído respirando entrecortadamente. No hubo palabras, sólo mordió mi cuello ...
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