Placeres peligrosos
Fecha: 20/11/2021,
Categorías:
Infidelidad
Autor: Berni, Fuente: CuentoRelatos
El hospital la mantuvo ocupada toda la semana sin dejarle opción a pensar en otra cosa que no fueran las operaciones programadas, por lo que en ese sentido el cansancio había evitado que hiciese sus salidas nocturnas, pese a que de tanto en tanto sus pensamientos evocaran su último polvo con un amante que había sido realmente bueno. De todos modos su intención era no repetir más de una vez con el mismo, por consiguiente, así era más fácil evitar algún vínculo emocional, del mismo modo que era un modo de que su identidad permaneciese en el anonimato. No quería tener relaciones con ningún otro médico del hospital, pues a ojos de todos, ella disfrutaba de un dichoso y próspero matrimonio, incluso para su esposo, todo indicaba estar en orden. En cambio, la verdad distaba mucho de las apariencias.
Aunque Alberto siempre parecía estar a su disposición, Cristina salía igualmente en busca de un buen polvo para satisfacer unos deseos irrefrenables que en la monotonía del matrimonio no encontraba. Sólo sexo, sin más complicaciones, y con ello apaciguar a la bestia que se agitaba en su interior.
Su trabajo de neurocirujana le permitía encontrar las coartadas para sus aventuras. Cuando quería echar un polvo fingía una urgencia y salía entrada la noche en busca de algún candidato que casi siempre encontraba. Su marido no se cuestionaba la falsedad de ciertas urgencias porque toda la vida habían existido. Sin embargo, en los últimos meses el volumen de ellas se había incrementado ...
... significativamente, no obstante, en ningún momento barajó la posibilidad de que su esposa le estuviese engañando, sino todo lo contrario, tenía plena confianza a pesar de los diez años de matrimonio que ya llevaban a sus espaldas. Por lo tanto, para Alberto la relación iba viento en popa. Amaba y deseaba a su esposa por igual. Se congratulaba que fuera tan activa sexualmente, lo que no sabía era hasta qué punto.
Solía frecuentar varios pubs, tomaba una copa y no tardaba mucho en tener compañía y si ésta le agradaba acababa en la cama de su rondador, e incluso a veces en el coche. La última vez fue en el capó del coche en un descampado en lo alto de una montaña con vistas a la ciudad. Aquello fue un polvazo digno de recordar que sofocó el volcán durante unos días.
No se vestía demasiado sofisticada, no le hacía falta. Sólo se ponía su ropa de calle y con eso era más que suficiente. Su porte y su percha hacían el resto.
La estrategia de esa noche fue la misma. Se duchó, a continuación hizo sonar el mensaje para que se oyera, se vistió y se despidió de su marido con un beso.
No había mucha gente en el local. Los miércoles por la noche eran bastante tranquilos. Sólo una pareja haciéndose mimos en un reservado, alguien que desahogaba sus penas en la barra junto a un whisky y dos amigos jugando al billar.
Cristina se sentó en la barra y pidió un gin tonic, automáticamente los dos hombres repararon en ella. Ella también los miró furtivamente evaluando la mercancía, y en ...