En el aire (Fragmento 1)
Fecha: 20/12/2021,
Categorías:
Infidelidad
Autor: Berni, Fuente: CuentoRelatos
... cariño. Además, no quiero que haya barreras entre nosotros.
No le dio muchas opciones. Le palpó la raja por detrás para ver su estado, comprobando su humedad.
— ¡Joder!, estás en celo, cariño. Pero qué casada más golfa.
Aproximó el miembro a la entrada e inició la penetración.
Marta sintió como entraba aquel vástago invasor y la abría en canal. La primera sensación fue que la desgarraba. A pesar de su humedad, le costaba entrar, pero tras empujar repetidas veces, penetró por completo, iniciando un martilleo de menos a más.
El desconocido aumentó el ritmo, jadeando en cada acometida y ella disfrutaba de un sexo completamente nuevo. La cogió de las caderas y arremetió con fuerza contra ella. Sus manazas recorrían su cuerpo y, después de arrancarle el sujetador, sobó sus pechos mientras se balanceaban al ritmo de los embates. Asió su cabello como si fuesen las riendas de una yegua, acercándola con fuertes tirones en cada embestida. Cada vez arremetía con más fiereza y, con la violencia creciente de los embates, lograba levantarla del suelo. La ferocidad con la que el hombre embestía junto a sus indecorosos actos, provocaba que se sintiera muy miserable y sucia, pero, al mismo tiempo, la sensación era repelida por la que le provocaba aquel mazacote entrado y saliendo dentro de su ser. El hombre abandonó el receptáculo y ella notó un gran vacío, aunque no por mucho tiempo. Le dio la vuelta, le levantó la pierna y Marta volvió a sentir como el intruso invadía de ...
... nuevo sus entrañas. La boca de su amante buscó la suya y ella experimentó las mismas nauseas de antes por el sabor a tabaco y alcohol que aquel hombre desprendía, sin embargo, el placer que percibía a cambio en su interior, mitigaba los demás sentidos. Sus bocas se fusionaron mientras el individuo seguía en su tarea percutora y Marta, cogida a su cuello, se dejaba hacer, gozando de cada uno de los embates del cavernícola. La lengua de éste buscó el cuello y la oreja recorriendo toda el área e impregnando su desagradable olor sobre la zona.
Cuando se cansó de la posición, se sentó en la taza mostrando su erección.
— ¡Siéntate y cabálgame!, —le ordenó.
La que hasta ese momento había sido una esposa y madre ejemplar, empuñó el manubrio, lo acercó y tanteó en su sexo, después fue bajando poco a poco hasta que se sintió completamente llena. A continuación, empezó a saltar sobre la estaca del extraño al ritmo que ella deseaba y la sensación del miembro incursionando en su canal fue indescriptible. Mientras disfrutaba de la cabalgada, una punzada de culpa le recordó que estaba siendo una adultera y una depravada, pero el placer, que iba in crescendo, terminaba siempre por ensombrecer su mala conciencia. Sea como fuere, ya no había marcha atrás. Hacía un rato que la sensatez había abandonado el lugar, marchándose junto a los pasajeros del metro, pero ella decidió quedarse con la imprudencia y la temeridad de abandonarse a los caprichos lujuriosos de aquel depravado. Ahora era ...