1. Sexo en la P27


    Fecha: 25/12/2021, Categorías: Sexo Oral Autor: Orpherius, Fuente: CuentoRelatos

    ... quería ver alguna foto suya.
    
    Solyluna: Lo siento, pero no puedo hacer eso, no puedo arriesgarme.
    
    No quise forzar las cosas, así que le propuse hacer un juego: yo le enviaría algunas fotos de mi cara, y ella me enviaría otras donde mostrara algunas partes de su cuerpo.
    
    MrSmith: Puedes reducir el plano todo lo que tú quieras, de modo que no sientas que se te puede reconocer.
    
    Solyluna: Vale.
    
    Me envía dos fotos y me pone duro de inmediato. En una de ellas me muestra el hombro izquierdo, con su clavícula bien dibujada, parcialmente desnudo, sobre el que resbala una rebeca negra de punto, con amplios agujeritos, que deja entrever claramente un pecho grande y un pezón moreno con su botón erizado.
    
    En la otra, aparece un plano muy pequeño donde se ve un ombligo, una mano que se introduce bajo la tela rosada de unas bragas de encaje, una vulva oculta bajo esas bragas y el comienzo de los muslos.
    
    «La madre que la parió», digo yo en voz alta al ver las fotos, en la soledad de mi cuarto. Y, una vez más, mi mente me ofrece una nueva guinda jugosa: pienso en ella, allí, en su casa, buscando el momento adecuado para ponerse esa rebeca, a escondidas, y sacarse la foto para mí. Puedo sentir su propia excitación. Me pongo como una moto. Definitivamente me gusta esta chica.
    
    Mientras conduzco, ya dentro del parking, recibo un nuevo mensaje de correo:
    
    Solyluna: Estoy llegando.
    
    MrSmith: Yo ya estoy aquí. Pero, ¡joder, cuánta luz hay! Voy a merodear un poco, a ver qué ...
    ... encuentro.
    
    Doy algunas vueltas con el coche por el amplio aparcamiento hasta que doy con una zona bastante más oscura y apartada. Le envío un nuevo mensaje:
    
    MrSmith: Estoy en la P27.
    
    Los nervios me tienen cardíaco. Espero dentro del coche. No sé qué carajo hacer para matar estos minutos. Al poco rato, se acerca un coche con las luces encendidas, avanza muy despacio. Es un coche familiar, voluminoso. Aparca a mi lado, en el espacio que le he dejado entre mi coche y la pared. Apaga el motor. Dentro de nada, voy a encontrarme con una mujer a la que sólo he visto como un collage, a trocitos, y no sé cómo es su cara.
    
    Desciende del coche. Desde el mío observo dos pies desnudos calzados con sandalias de tiras de tacón corto, las uñas color vino. Bajo del mío y me acerco a ella. No me ha mentido: viste de modo informal: vaqueros deslavados, camisola suelta con motivos hawaianos, pendientes de bisutería, amplios, pelo lacio castaño cobrizo, unos kilos de más. Me gusta. Me acerco, le doy dos besos, huele de maravilla. «¡Hostias!», me digo para mí al verle la cara. La chica es muy guapa.
    
    Estamos nerviosos, cortados. Nos miramos a hurtadillas. Pronunciamos algunas frases de rigor y a los pocos minutos le propongo seguir hablando en su coche. Nos seguimos mirando de tanto en tanto. Tiene los ojos enormes, me gusta cómo me mira. Su boca es carnosa, el mentón algo prominente, los dientes bonitos. No lleva pintura de labios.
    
    Pero la noto triste, casi diría que cansada. Tras ...
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