Por la unión de la familia.(2) (Versión revisada y ampliada)
Fecha: 30/05/2018,
Categorías:
Hetero
Autor: Barquidas, Fuente: CuentoRelatos
... impertérrita, cómo los ojos del corrillo hecho a su alrededor brillaban casi enfebrecidos ante el “espectáculo” que estaban disfrutando. Tampoco se le ocultó a la experimentada mujer, las miradas de pura lascivia que ella misma atraía y concentraba. Hasta apreció, en toda su crudeza, cómo más de una mano masculina, más de dos, de tres, casi infinitas, se perdían por dentro de los desabrochados pantalones, en rítmicos movimientos la mar de sospechosos. Hasta alguna fémina que otra mantenía su manita escondida bajo la falda haciendo movimientos no menos sospechosos que los de los varones.
De todo eso fue consciente Julia en un momento, en una simple ojeada. Entonces, separando de sí a su hijo con un brusco empujón, ella quedó enteramente tapada al caer por su peso la falda del vestido, mientras Álvaro, sorprendido y desorientado, sin saber por dónde y, aún menos, por qué venían tales “tiros”, tal desaire de su madre, con sus vergüenzas al aire, briosamente enhiestas a los cuatro vientos, y la “cabecita” de aquella especie de espindarga árabe, desnuda, más amoratada que roja y brillando cual brasa encendida gracias al generoso derroche de los íntimos flujos maternos, manados desde lo más profundo de las entrañas de su candente, su viciosa madre. Entonces, cuando Álvaro estaba más confundido que nunca, su madre lanzó una sarcástica carcajada y, dirigiéndose a la improvisada “parroquia”, les soltó
Seguidamente, Julia se dio la vuelta, tomó de la mano a Álvaro y, tirando de ...
... él, emprendió el camino para salir de allí, corriendo más que andando y casi volando más que corriendo, mientras decía
Así, entre corriendo y volando, llevando a su hijo siempre a rastras tras ella, Julia ganó el vestíbulo del local, donde, del guardarropa, tomó sus cosas y las de su hijo, dándoselas, para tomándolo de la mano, a paso más sosegado, ir los dos a los ascensores. Llegados allí, pulsó ella la llamada y, al punto, volvió a enroscarse al cuello de Álvaro, “morreándose” de nuevo con él a todo “morrearse”. Al rato, separo de él sus labios para susurrarle más que hablarle al oído
Por fin llegó el ascensor, abriéndose las puertas ante ellos, y Julia, al instante, tirando del “cerdito”, casi de un empellón lo metió en el habitáculo, pulsando al momento “Bajar”. Apenas terminado de cerrarse las puertas e iniciado el descenso, que ya estaba otra vez la “burra al trigo”, esto es, Julia morreando a su vástago como sólo ella sabía hacerlo. Pero en esta ocasión, el “morreo” duró lo que dos cubitos de hielo en un “whisky on the rock”, como canta Sabina en su “Diecinueve días, etc”, pues al segundo, casi, el muchacho separó sus labios de los maternos, preguntándole.
Julia se quedó de piedra, sin habla, casi sin sangre en las venas. Pasó algún minuto, algunos minutos, en silencio, mirándose los dos; él, bien podría decirse que anhelante, ella, seria, muy, muy seria. Al fin, Julia rompió el mutismo, con la misma mirada seria, helada, que antes le dirigiera
El ascensor ...