El regalo: Un antes y un después (Duodécima parte)
Fecha: 05/02/2022,
Categorías:
Infidelidad
Autor: DestinyWarrior, Fuente: CuentoRelatos
... que le sucedía era que había dormido mal y se había retirado para descansar todo el resto del día. Un cigarrillo a la boca, zippo en mano y candela lista. Una, dos y tres caladas. Humo azul expulsado en chorros, y el móvil en mis manos. Decidí llamar a mi rubia tentación y marqué. Timbró y timbró hasta que se fue al buzón de mensajes. Colgué, Tal vez no lo habría escuchado, decidí esperar y marcar unos minutos después.
Otra aspirada más, haciendo tiempo para no llegar tan temprano. Miré la pantalla del teléfono y tampoco tenía mensajes no leídos. Otra calada y una nueva marcación. Una, dos, tres y no respondía, sin embargo a mi espalda pude escuchar a la cuarta o quinta, el sonido de entrante de una llamada, me giré y allí estaba ella, tomada de la mano de él. Colgué la llamada y dejé de mirarla. Me fui tirando la colilla por los aires, despreciada por mis dedos, como yo lo fui por aquella mujer.
Subí a mi auto y mi teléfono vibraba, sonaba. En verdad también me molestaba. Ni siquiera intenté mirar o tomarlo para responder. Arranqué desanimado en dirección a la universidad. ¡Primero el uno, luego el dos!
Al dejar el coche en el aparcamiento cercano a la plaza, caminé sin prisa buscando el sitio establecido por Martha. Una vez ubicado, pensé en fumarme otro cigarrillo y tomarme una cerveza ya que debía esperar bastante hasta la hora acordada. Sin embargo, aún con la cajetilla de Marlboro rojo dispuesta en mi mano, dirigí mi visión hacia una terraza cercana, distinta ...
... a la acordada, y allí estaba Martha acompañada de dos mujeres. Una rubia, de melena larga y lisa. La otra me dio la impresión de ser mayor, con su cabello corto y peinada de medio lado, dándome las dos la espalda. La alegre rubia se notaba joven, la otra, la pelicorta, era… No estaba seguro, parecida sí, más el cabello era de un tono azul platinado.
Agaché mi cabeza para llevar mi boca hasta la flama del encendedor, tuve que usar mis manos para amainar la brisa que soplaba suave aquella tarde en la plaza. Y al volver a erguirme para observarlas, ya Martha estaba sola y de hecho, percatada de mi presencia, vino hacia mí. De las otras dos, nada. Se habían esfumado.
—Rodrigo ¡Holaaa! Pero que caballero tan puntual. —Me saludó estirando su mano hasta abrigar la mía. Tan suave la suya, tan tersa y cálida su piel. Y nos dimos los usuales besos en la mejilla como complemento. Iba a tirar la colilla al piso pero una mano suya alcanzo la mía y tomó el cigarrillo que aun tenia media vida apagada y dio una calada suave primero y posteriormente otra ya más profunda. Luego me tomó del brazo, tiró el sobrante tabaco al piso y nos dirigimos así, hasta la terraza prevista. Tomamos una mesa a mitad del local aprovechando que no estaba tan concurrida como yo supuse. Y empezamos nuestra esperada conversación.
—Es curioso Martha, no tiene usted pinta de docente de una universidad. Le falta la bata blanca, los lentes gruesos y de pasta negra, ahhh también la barrita de arcilla blanca en ...