1. La zorra de tu mujer


    Fecha: 12/02/2022, Categorías: Infidelidad Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos

    ... descanso con sillones y una mesa baja en el centro. Aquella empresa debía funcionar bien.
    
    Se llamaba Alberto y me pareció un hombre amable y correcto en un primer momento. Me tendió la mano de forma respetuosa en lugar de darme dos besos.
    
    ― Sentémonos ―dijo.
    
    No pude evitar fijarme en su trasero. ¡Qué desperdicio! Me dije convencida de su homosexualidad. Ni siquiera me había mirado las tetas.
    
    Los sofás estaban colocados perpendicularmente justo enfrente de una gran cristalera que daba al aparcamiento. Las vistas no eran muy bonitas, pero era prácticamente como estar en una terraza, eso sí, sin el calor propio del mes de junio. Más bien hacía fresquito.
    
    Nos sentamos cada uno en un sofá. Aunque Alberto tenía una visión perfecta de mis piernas, no me pareció que reparase en ello. Recordé entonces mi dilema cuando se me subió la falda en el coche, y me sentí un poco estúpida. De todas formas, debía estar alerta si no quería mostrar más de lo debido.
    
    Alberto comenzó a hacerme preguntas triviales siguiendo el guión que llevaba escrito en un portafolio. Yo respondí con sinceridad a preguntas como: ¿cuál es tu canción favorita?, ¿dónde pasaste tus últimas vacaciones?, ¿participas en algún grupo de ocio o deporte?, etc.
    
    Mientras conversaba con ese galán recordé cuánto le gustaba al pervertido de mi marido que me vistiera de forma provocativa. Ese inoportuno pensamiento me llevó a ladearme con disimulo para mostrar mejor toda la longitud de mis piernas. Estaba ...
    ... convencida de que al muy cerdo le hubiera excitado ver cómo me exhibía delante de aquel desconocido.
    
    Percatándome de mi descaro, traté de centrarme en sus preguntas. Aquel era un momento clave para mejorar mi situación personal y profesional.
    
    De todos modos, era inútil, Alberto no parecía interesado en mi sinuosa silueta ni en querer algo a cambio de darme ese contrato de trabajo. Cada vez estaba más convencida de que aquel tío era maricón. Comprendí con rabia que me estaba equivocando de estrategia.
    
    La entrevista fue metiéndose en materia con preguntas cada vez más interesantes. Alberto me interrogaba con frialdad acerca de mis objetivos personales y mis expectativas sobre ese puesto de trabajo.
    
    Aquel sofá no ayudaba, cada vez me hundía más. Empecé a estar incómoda, más preocupada de no enseñarle las bragas en un descuido que de sus preguntas.
    
    Después, ese hombre me entregó un panfleto y me explicó a que se dedicaban y cuáles eran sus productos estrella. Se trataba de una empresa puntera en el diseño y fabricación de todo tipo de mobiliario urbano: zonas de juego para niños, máquinas de ejercicio para mayores, paradas de autobús y un largo etcétera.
    
    Por último, Alberto se puso en pie y poniendo una caja de cartón sobre la mesa fue sacando con cuidado algunas maquetas.
    
    Resultaba obvio que Alberto se sentía muy orgulloso de los diseños de su empresa. No dejaba de enumerar sus cualidades, así como los distintos premios y reconocimientos que habían ido logrando ...
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