Entre cactus y pavimento
Fecha: 12/03/2022,
Categorías:
Erotismo y Amor
Autor: Vicente84, Fuente: CuentoRelatos
... alguien que llevara la rueda a reparar. Le dije que podía esperarla en la camioneta, pero me insistió que me quedara, que cualquier cosa que necesitara se la pidiera a su sobrina que estaba pasando unos días con ella. Se lo agradecí enormemente, pero no hubo caso que ella accediera a recibir ningún tipo de retribución y así se fue en dirección al pueblo.
Siempre he encontrado sumamente excitantes las horas después de almuerzo. Es como si la sangre abandonara el cerebro y se dejara caer tibia en las zonas erógenas, provocando casi alucinaciones sexuales. Me hace pensar que el invento de la siesta ibérica siempre fue una mera excusa para ir a atender este deseo que emerge, sobretodo en climas templados.
En ese estado me encontraba cuando la volví a ver. Llegó con un evidente sobre-desinterés a ordenar unas cosas que se encontraban cerca de mí, su actitud infantil contrastaba con la mujer resuelta que parecía ser. Pude seguir mirándola con cierto disimulo, la suave tela de cebolla de su vestido era muy generosa, sumado a que no usaba sostén. La libertad de sus pechos evidenciaba que estos ya habían alimentado descendencia, ya habían cumplido su tarea mundana y que jubilosos se habían entregado al goce propio (y mío, por cierto). En eso, mirando por la ventana, llevó sus manos a su suelto pelo y lo amarró en un certero movimiento. Sus hombros perfectamente dibujados y su cuello espigado descansaban sobre su estructura más fornida de mujer trabajadora.
Finalmente tuve el ...
... valor para hablarle; “así que andas de paso...”
“igual que tu no?”, me responde desafiante.
Quise subir una ficha y le digo, “al final todos lo estamos.”
Me miró con cara de suspicacia y ahí pude ver un tono grisáceo que se escondía en el café de sus ojos. Nos sonreímos, pero simultáneamente distinguí una cierta nostalgia.
Seguimos en este tira y afloja, provocando, molestando, pero a la vez entregando. Volvió a soltar su pelo y una tira de su vestido se dejó caer por su hombro, dejando al descubierto todo el recorrido desde su mentón hasta su pecho donde conecta con su costado en dirección a la espalda.
La miraba con un deseo que solo iba en aumento, la luz y calor del desierto se sentían en la ventana, pero la sequedad del aire refrescaba en la sombría casa.
Se levantó a tomar agua, al girar pude ver como su calzón se dibujaba en el vestido, así como la línea de su espalda. A esa altura, luego de un café, iba sintiendo como cada pulsación recorría mis testículos y mi pene, subiendo su temperatura y aumentando su peso y tamaño.
Tras tomarse el agua nos miramos unos segundos, como reconociéndonos mutuamente lo que estaba pasando. Luego, el de la jugada infantil fui yo; “¿porque no me haces un tour por la casa?” Me sonrió incrédula y accedió.
La casa era más bien pequeña y rápidamente llegamos a su pieza. Su cama era antigua, de fierro y tenía una ventana sobre el respaldo. Los muros eran revocados con tierra y las grietas le daban un carácter mítico. ...