1. Monja


    Fecha: 21/03/2022, Categorías: Anal Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos

    ... intentó disimular la carcajada.
    
    –Ni falta que me hace, querida. Soy el dueño.
    
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    –Volveré en un par de días, querida –había gritado el hombre mientras Ana se marchaba a grandes zancadas–. A esta misma hora y en este mismo lugar en el que, con permiso o sin él, tan cómodo estoy sentado. Y recuerde que espero una respuesta.
    
    Había escapado, indignada ante el nivel de obscenidad de las palabras del llamado don Diablo. Sus pasos inconscientemente rápidos la llevaron ante el despacho de la madre superiora. Con las prisas entró sin acordarse siquiera de llamar.
    
    La superiora era pequeña y delgada, y en sus ojos vio enseguida que había estado llorando. El motivo de su llanto era el mismo que poco antes Ana había oído de los labios del hombre. Al parecer, el arzobispo, guiado por la mano del Espíritu Santo, había considerado necesario acometer las obras de reforma y redecoración de su palacio de verano. Pero como el costo era ostensiblemente superior a los ingresos de la diócesis, el santo hombre rezó pidiendo ayuda y Dios le respondió prestándole asesoría financiera. Quizá no fuera Dios, sino su hijo Jesucristo, que al fin y al cabo nació y murió siendo judío, pero dada la unidad fiscal y trinitaria de la pareja, el origen del consejo no resultaba relevante, aunque sí lo era el contenido del mismo, a saber: pedir prestado poniendo como aval el convento de las descalzas, la única propiedad directamente a su cargo que era lo bastante grande como para avalar la deuda y ...
    ... lo bastante nueva como para que los de Patrimonio Cultural no metieran las narices. Acometió la operación confiando en un previsible incremento de la religiosidad católica en la población que trajera aparejados más ingresos, pero se ve que fallaron los cálculos.
    
    – ¿Así que don Diablo va a echarnos del convento? –preguntó Ana.
    
    – ¿Don Diablo?
    
    –El hombre del confesionario.
    
    –Ah, sí. Luciano Malasombra. Sí, supongo que el apodo le pega.
    
    Ana dudaba. La superiora, intrigada, la veía debatirse: la mueca de disgusto pintada en el rostro de la muchacha mientras en su interior rememoraba la obscena proposición proferida por el lujurioso prestamista. Su voz era un susurro cuando volvió a dirigirse a la reverenda madre.
    
    –Él... se ofreció a retrasar el pago... y a congelar los intereses, si yo... si yo...
    
    –Entiendo –la cortó la superiora.
    
    La vieja mujer se sentó en su vieja silla. Inconscientemente empezó a pasar cuentas con la mano del rosario. Pensativa.
    
    – ¿Y qué piensas hacer? –dijo finalmente.
    
    Ana quedó estupefacta ante la pregunta.
    
    – ¡Reverenda Madre! No puedo entregarme a ese hombre. He guardado mi virginidad para Dios.
    
    –Sí, sí, ya. Pero siendo prácticas, a Dios no le hace falta. No ha venido ningún ángel a verte, ¿verdad?
    
    – ¡Reverenda Madre!
    
    –Vamos, vamos, hija: no te alteres. No es cuestión de escandalizarse por nimiedades. A las que ingresáis tan jóvenes os falta un poco de mundo. ¿Por qué crees que en el huerto cultivamos tanto calabacín y ...
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