1. Monja


    Fecha: 21/03/2022, Categorías: Anal Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos

    ... berenjena? ¿Para hacer pasteles? Por no hablar del enorme gasto en cirios.
    
    Ana estaba escandalizada ante la ligereza con la que hablaba la monja.
    
    – ¡Pare!, Reverenda Madre. Por favor. No puede pensar algo así de las hermanas en serio.
    
    –Jovencita –las palabras de la superiora fluían despacio, cargadas de ironía–, no me vengas con moralinas. Yo ya era una veterana antes de que tu madre entregara “eso” que tanto te avergüenza para acabar trayéndote a este mundo. Recuerdo cuando llegaste, lo unida que estabas con sor Ester. Todo el día juntas. ¿Crees que no sé que por las noches estabais aún más juntas? ¿Nunca te tocó ahí? ¿Acaso no metió la lengua dentro? Y, ¿por qué? ¡Lujuria!. Esto sería por bondad. Y si resulta doloroso, considéralo una penitencia por tus faltas anteriores.
    
    –Pero madre... ¡No es lo mismo! Puede que siendo inexperta cometiera algún desliz. Incluso besé a un chico poco antes de entrar en el convento. Y dejé que me tocará los pechos, ¡por debajo de la blusa! Pero preservé mi virginidad como un sacrificio ante nuestro Señor.
    
    –Sacrificio, sacrificio, sacrificio... ¿Qué sabrás tú de sacrificios, jovencita? Nuestro Señor sí se sacrificó por nosotras. Clavos de hierro atravesaron su carne. El miembro de don Luciano estará duro, pero no tanto. Y ya tienes el agujero hecho, hermana.
    
    –Pero es obsceno acceder a sus pretensiones, alimentar su lujuria...
    
    –Sólo digo que el buen Dios escribe derecho con renglones torcidos, hermana. Cuando lavaste mal tu ...
    ... hábito y encogió, pensamos que era una pérdida y algunas te tacharon de patosa que no sirve para nada. Pero la ropa estrecha que te apretaba las carnes, y ese pecho rebosante y esas caderas robustas hicieron que el señor Malasombra se fijara en ti y brindara esta oportunidad de salvar el convento.
    
    –Pero no salvaría el convento, madre. Sólo conseguiría atrasar el pago.
    
    –Dame tiempo, hija mía. Dios nos brinda esta oportunidad, y sin duda nos brindará el modo de hacer frente a las deudas. Sólo necesitamos un poco de tiempo.
    
    La muchacha dudaba. La reverenda madre respetó su silencio, pensativa. Las pequeñas cuentas del rosario se deslizaban entre sus dedos con mecánica precisión. Tenía otro, más grande y más gastado, guardado en su celda, escondido debajo de la almohada.
    
    –Hija mía –dijo–. Si no quieres entregar tu virtud, lo respeto. Pero quizá puedas ayudar al convento sin perder tu preciada flor.
    
    Un rayo de esperanza iluminó el rostro de la muchacha.
    
    – ¿Cómo, Reverenda Madre?
    
    –Muchos son los caminos que llevan a la Gloria, hija. El señor Malasombra sin duda se dejará conmover por la serena compañía de una joven tan piadosa. Incluso el más mundano de los hombres puede gozar del placer divino sin necesidad de visitar la (Dios me perdone) vulva de la hembra. Sólo tienes que convencerlo.
    
    –No sabría cómo, Reverenda Madre. No sé nada sobre convencer a los hombres.
    
    –Lee la Biblia, hija. La palabra de Dios tiene todas las respuestas.
    
    – ¿Leo Los Salmos, Los ...
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