HASTA LA CIMA - SEGUNDA PARTE
Fecha: 25/03/2022,
Categorías:
Infidelidad
Autor: maia24, Fuente: RelatosEróticos
... abierta, lo mejor había sido la expresión de aquella mujer que no tenía miedo por todo el dinero, poder o autoridad que tenía aquel hombre. Para esa mujer, el presidente estaba muy por debajo de su hijo, y tenía razón.
Con ese recuerdo pensé, aun mirando a Gabriel, que quizás ese semblante autoritario que se cargaba Massimo podría rebajarse un poco si le tiraba una de las sandalias en la cabeza. Ante la imagen que proyectó mi mente solté una risita disimulada y rompí el contacto visual sin más. Todavía tenía pendiente una charla con Gabriel sobre las razones por las que me había contratado como limpieza, a pesar de haber alcanzado la escuela superior. Sin embargo, a la lista de
cosas por hacer dentro de la empresa Wechsler
se le había sumado el número
seducir y humillar al hijo del dueño de la empresa,
por lo que el plan había cambiado.
No solo tenía que hablar con Gabriel y solicitar un puesto que fuese útil, sino que me esperaba una larga investigación de qué clase de puesto me podría poner en contacto con el imbécil de Massimo. Aunque en mi interior había deseado que al hablar con Gabriel él mismo me ascendiera a secretaria personal, lo cierto era que sería más acertado si pedía una trasferencia al edificio
C
donde trabajaba Adrián. Más de un par de veces lo había escuchado quejarse de Massimo por lo que, seguramente, Massimo debía andar por ese edificio el tiempo suficiente. Además, que no todo era tan malo puesto que, si quería seguir viendo a los ...
... ojos pardos, Adrián comentaba también encontrarse con Gabriel ahí mismo todo el tiempo... Cosa que realmente daba lo mismo porque siendo sinceros yo no tenía ningún tipo de oportunidad con Gabriel, y de tenerla, no la tomaría porque yo en ese momento estaba con Adrián.
Pero Regina, si no tienes oportunidad con un socio inversionista, ¿cómo crees que la tienes con el casi-dueño de todo?
Me preguntó la vocecita de mi subconsciente a lo que respondí con un simple:
supongo que Massimo me parece más imbécil.
Y joven.
Era sorprendente la cantidad de invitados que derramaron lagrimas al escuchar la simbología del río —el jodido río de los desdichados como diría Jo—, pero gracias a esa dinámica la noche me pareció más amena.
Al principio, servir mis mesas había sido algo complicado, sobre todo porque cuidar de las mangas del vestido —esas mangas enormes que me rebasaban las caderas— para evitar volcarle algo a alguien era un detalle que me consumía mucha atención. Con el tiempo aprendí a meter la manga del kimono en la faja que me rodeaba la cintura antes de tomar o dejar algo en la mesa para evitar que esta se tropezara con algo, detalle que Marcela reprendió cientos de veces. ¿Pero qué era mejor? ¿Verme haciendo mal uso del uniforme o verme derramándole algo a las piernas del dueño de, probablemente, medio mundo? Tomé la decisión por ella los cientos de veces que me reprendió. Lo consideré como un favor.
Conforme la noche fue avanzando comenzaba a sentirme más ...